25 de mayo de 2007

De Euskalherria a Euskadi y de Euskadi...

Soy consciente de que para muchos no nacionalistas el término Euskadi, como invención de Sabino Arana, es la expresión del nacionalismo que inventa mitos y crea fantasías contrapuestas a la realidad histórica, y que por esas razones siguen prefiriendo el término Euskal Herria para referirse al País Vasco, términos éstos que poseen la misma cobertura significativa. Por otro lado conviene recordar que Sabino Arana creó el término Euskadi porque creía que Euskal Herria solamente poseía una significación histórica y cultural, pero no política en los esquemas de los Estados nacionales. Necesitaba un nuevo término para superar la neutralidad política del significado histórico-cultural de la Euskal Herria tradicional.

Lo cierto es que las dos veces que Euskadi ha alcanzado el estatus de sujeto político unificado lo ha sido en un ámbito geográfico más reducido que el que abarca la Euskal Herria histórico-cultural. No pocas veces se ha podido escuchar en el Parlamento vasco a Joseba Egibar decir que si alguien consulta la Enciclopedia Británica podrá constatar que bajo el epígrafe Euskal Herria aparece toda la amplitud geográfica que ese término posee en su significado histórico-cultural. Lo que nunca ha añadido el citado líder nacionalista es que si en la misma Enciclopedia Británica se busca el epígrafe España, o Francia, aparecerán los correspondientes mapas políticos incluyendo cada uno, en su caso, su correspondiente parcela de la Euskal Herria cultural.

Cuando hoy en día se utiliza el término Euskal Herria, la mayoría de las veces no se hace, sin embargo, en línea con la tradición histórico-cultural, la que quiso superar Sabino Arana con la innovación de Euskadi. Más bien al contrario: se usa no en su significado histórico-cultural, sino dotándolo de significado político, contraponiéndolo así al término sabiniano de Euskadi. Se trata de identificar el espacio histórico-cultural y el político. Y para ello nada mejor que dejar de lado la palabra Euskadi y sustituirla por Euskal Herria, pues Euskadi ha quedado limitadada en sus realizaciones históricas estatutarias.

Los nombres nunca son inocentes. El ejercicio de nombrar las cosas siempre implica ejercicio de poder. Lo dice ya la Biblia en sus comienzos, cuando Dios presenta a los animales al hombre para que éste les dé nombre, indicando que con ello toma posesión de la naturaleza. Y lo dice el refrán euskérico de que 'izenak badu izana', de que el nombre posee existencia. Dejar de lado el término Euskadi para sustituirlo por el de Euskal Herria implica que en el lenguaje al menos se ha superado la limitación del espacio estatutario, del 36 y del actual, para conjurar el espacio político que engloba a Navarra, los territorios históricos de Guipúzcoa, Álava y Vizcaya, junto con Laburdi y el Soule. Y si existe este territorio político en el lenguaje debe existir también en la realidad de la política institucional.

Es lo que hace, por ejemplo, la radiotelevisión vasca. El espacio al que se refiere dicho ente público de la Comunidad Autónoma de Euskadi es un espacio superior al cubierto por su legitimidad: los mapas del tiempo en ETB incluyen siempre la Euskal Herria histórico-cultural; en Radio Euskadi-Euskadi Irratia se dan las temperaturas y las previsiones para San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Bilbao y Bayona. Algún comentarista deportivo se sintió obligado a corregir, una vez terminada la entrevista, al gran pelotari Miguel Gallastegui porque éste había tenido la osadía y la ignorancia de denominar francés ('frantzesa') al pelotari Ives Salaberry, Xala, cuando todos debiéramos saber que es de Iparralde.

El mismo Estatuto de Gernika cayó en la trampa de denominar al euskera lengua propia de la comunidad autónoma, cuando lo correcto hubiera sido referirse a ella como lengua específica, porque el español es común a todo el Estado y a muchos países latinoamericanos. Y ahora, por las referencias que tenemos de la prensa, el euskera va a pasar a ser lengua principal del sistema escolar vasco. No importa que cualquier paseo por Bilbao le lleve a uno a escuchar no pocas veces más el inglés o el alemán, o el francés e incluso el italiano que el euskera.

Salvamos la realidad construyendo otra realidad por medio del lenguaje. Si el euskera es la lengua principal en la escuela, la identidad principal de los ciudadanos vascos es la vinculada a esa lengua. Y si la identidad es el sostén de las posibilidades o de los derechos políticos, entonces la realidad política principal es Euskal Herria. Y todo ello en nombre del plurilingüismo, en nombre de la pluralidad, de las identidades complejas y de los espacio políticos abiertos e imbricados.

Ignoro si el calificativo de principal es un término de anclaje jurídico, si tiene consecuencias jurídicas, si puede ser base de derechos, fundamento de reclamaciones políticas. Pero no cabe duda de que el juego de las palabras no es neutral, no es inocente. El juego de las palabras busca conformar primero en el lenguaje la realidad que se quiere materializar en la realidad política e institucional. Siempre hay alguien que piensa que todo eso no deja de ser un juego de niños, pero sin grandes consecuencias en la realidad. Pero lo cierto es que los políticos que juegan así con el lenguaje lo hacen pensando que con esos juegos de lenguaje la gente se va acostumbrando a una simbólica, y que al uso simbólico le seguirá, con el tiempo, la realidad política. Y esa realidad política se conjuga en torno al término homogeneidad, aunque de boca se afirme lo contrario y se trate así de disimular.

Para el pensamiento político del que se deriva esta política del lenguaje, el pluralismo es válido, en materia lingüística, siempre que se constituya a través del inglés y de lenguas que no sean el español. Es decir, mientras que el pluralismo lingüístico no conlleve el significado político implicado en la cooficialidad del español. Para ese pensamiento político, la complejidad de identidades, cada una en sí misma compleja, es una espina, porque impide una derivación política clara, homogénea, distinta, separada, conteniéndose a sí misma, de Euskal Herria, pues la complejidad de las identidades las vincula a ámbitos exteriores a Euskal Herria. Perdón: porque la complejidad de las identidades hace que lo que muchos nacionalistas consideran exterior a Euskal Herria sea un elemento interno de Euskal Herria, porque elementos considerados extraños a la cultura propia de Euskal Herria, articulada en torno a la lengua principal que es el euskera, se introducen en la realidad social, cultural, lingüística y política de la sociedad vasca en sus complejas identidades.

Los nacionalistas tratan de convencer a los ciudadanos vascos de que ellos quieren más para la sociedad vasca, pero que no lo pueden conseguir porque España, Francia, los no nacionalistas, la Constitución y el Estatuto se lo impiden. Pero la realidad es bien otra: son los nacionalistas, al menos determinados nacionalistas, determinadas formas del nacionalismo, los que quieren menos para la sociedad vasca, los que quieren reducir la riqueza de la sociedad vasca, los que quieren limitar las potencialidades de la sociedad vasca. Porque ésta es más que lo que los nacionalistas son capaces de pensar de ella, es más rica, más compleja, más plural, más relacionada, más imbricada, más mestiza, más participante activamente en contextos culturales, lingüísticos y de tradición más amplios.

Quien se llena la boca con Euskal Herria pretende dar a entender que quiere más que Euskadi, porque con este término se implica limitación. Quien se llena la boca denominando al euskera lengua principal del sistema escolar pretende dar a entender que quiere más para la sociedad vasca que lo que implica la utilización de las dos lenguas oficiales como vehiculares. Pero en realidad quieren menos, reducir complejidad, limitar la riqueza, poner fronteras al campo ya existente, a las imbricaciones que la cultura vasca tiene en horizontes culturales y lingüísticos más amplios. En realidad ese planteamiento nacionalista se siente molesto con la complejidad, con la pluralidad, y busca por todos los medios, al menos en el ámbito del lenguaje, reconducirlas a estructuras más simples, organizándolas en torno a un eje principal, articulante, primero, básico y unificante. Aunque ello conduzca a aquella famosa 'boutade' de alguien que desconociendo el euskera proclamó que para él el castellano era lengua extranjera.

Joseba Arregi en El Correo del martes 22 de Mayo de 2007

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