Desmaragallización PATXO UNZUETA
¿Qué prefieres, una bicicleta por haber aprobado el bachillerato, o un coche cuando acabes la carrera? Todos los padres saben la respuesta del hijo adolescente: ¡venga la bici! Es un ejemplo de subestimación de las necesidades futuras que puede aplicarse a la actitud de los socialistas navarros: de momento, gobernar con NaBai; luego, ya veremos. Pero Ferraz estaba obligado a pensar en las necesidades futuras: ¿de qué nos sirve gobernar Navarra (en precario, con riesgos) si nos cuesta 20 escaños en las generales?
El veto ha sorprendido porque en los últimos años se había dado por supuesto en el PSOE que la alternativa a una derecha unida era la alianza entre la izquierda y los nacionalistas. Y la dirección del partido en cada comunidad tenía (de hecho, si no de derecho) autonomía para decidir con quién pactaba. No siempre ha sido así: "No es que piense que todo tiempo pasado fue mejor, pero antes, por ejemplo a la hora de formar un Gobierno en Asturias, la ejecutiva federal podía enviar dos delegados y decir que allí no se formaba un Gobierno de coalición de cierto tipo porque hipotecaría la visión de la política del partido a escala nacional. Y allí no se formaba un Gobierno de coalición. Eso ya casi no se puede imaginar ahora, y a mí me gustaría que aún se pudiera", declaraba el ex ministro José María Maravalll en una entrevista con H.Tertsch publicada en este periódico en septiembre de 2003.
Por entonces el PP tenía mayoría absoluta y Aznar iba tan sobrado que se negaba a recibir a los presidentes autonómicos que no eran de su cuerda (y hasta al líder de la oposición). Esa situación daba credibilidad a la consigna de todos contra el PP. Pero una vez que tuvo éxito en algunas comunidades, se convirtió en doctrina: para frenar a la derecha, la izquierda moderna no sólo podía sino que debía tratar de integrar un componente nacionalista. Pasqual Maragall ya era presidente de la Generalidad cuando escribió (EL PAIS, 28-8-05), a propósito de la trilogía clásica de la Revolución francesa, que "la diversidad es un valor tan decisivo como la igualdad". Cinco años antes había sugerido (entrevistado en la Cadena SER) sustituir esa trilogía por la de "identidad, cohesión, subsidiariedad".
El PSOE interiorizó la nueva doctrina sin apenas debate. Pero las encuestas que siguieron a la aprobación en el Parlamento catalán del proyecto de nuevo Estatuto sembraron la alarma. Felipe González ha declarado este verano que no se imaginaba "a Maragall presentándome un Estatuto como ése; y él tampoco se lo imagina" (EL PAIS, 5-8-07). El mes próximo se cumplen 25 años de la primera victoria de González, por mayoría absoluta. Para lograrla había dado un giro a la estrategia anterior, recobrando la idea de "proyecto socialista autónomo"; pero ya no como vía para la "transición al socialismo", según la teorización de los años 70, sino para acreditar un PSOE sin hipotecas, con un programa socialdemócrata de crecimiento con distribución y capaz de garantizar la consolidación de la democracia.
Lo que entonces inquietaba al electorado moderado era que una alianza del PSOE con partidos situados a su izquierda provocase dinámicas desestabilizadoras. Frente a las divisiones internas crónicas de UCD y la moda francesa de la unidad de la izquierda, González proponía un Gobierno estable del PSOE, sin coaliciones. El resultado fue que atrajo a gran parte del electorado moderado que en 1977 y 1979 había votado a UCD, y a la vez a casi la mitad de los que habían votado al Partido Comunista.
Al electorado moderado lo que le inquieta ahora no es tanto el riesgo de aventuras izquierdistas como los efectos de una política de alianza con nacionalistas, incluso abiertamente independentistas, que exigen contrapartidas demasiado costosas y frecuentemente antipáticas. Sabiéndolo, la campaña del PP en 2004 se centró en la denuncia de los riesgos de votar a un partido que había pactado con ERC.
El veto de Ferraz a los navarros ¿anuncia un giro de más calado? Zapatero seguirá necesitando aliados si gana, pero antes tiene que ganar, lo que implica atraerse al electorado potencial de centro-izquierda; y para ello tiene que recuperar un mensaje propio, no condicionado por aliados considerados inseguros. Hablar de rectificación de la política de alianzas del PSOE sería exagerado, pero un poco de desmaragallización sí parece estar habiendo.
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