24 de julio de 2008

Ternura

Viniendo para Toledo esta mañana he escuchado de nuevo la primera canción a la que me refería en el post de ayer, Tenderness (que he subido aquí, por si alguien la quiere descargar aquí en Spotify), de Paul Simon y, como cada vez que la escucho, he vuelto a pensar en mi ex-amigo J., del que llevo ya más de dos años sin saber nada.

Creo que la letra de la canción lo retrata perfectamente: él, que por otra parte vivía completamente engañado, tenía la capacidad de calar a la gente, de ver cosas que todos tratamos de ocultar.



What can I do?
What can I do?
Much of what you say is true
I know you see through me
But there's no tenderness
Beneath your honesty

Right and wrong
Right and wrong
Never helped us get along
You say you care for me
But there's no tenderness
Beneath your honesty


Pero era incapaz de combinar ese don con otro probablemente mucho más importante: el de sentir ternura por los demás, comprender y simpatizar con sus defectos, sus limitaciones. Se sentía capaz de juzgar a todo el mundo, y todos acababan por supuesto siendo culpables. Porque nadie está libre de miedos, de taras, de complejos, de pequeñas o grandes miserias. Hay muy pocos héroes en la vida, e incluso ellos también tienen su lado oscuro, cosas de las que se avergüenzan y que tratan de mantener ocultas.

Honesty
Honesty
It's such a waste of energy
No you don't have to lie to me
Just give me some tenderness
Beneath your honesty
You don't have to lie to me
Just give me some tenderness


Sin ternura, la sinceridad es a menudo simplemente una forma de crueldad.

Pero a la vez que recuerdo a J., y a alguna otra persona como él, pienso en lo afortunado que soy yo, que me he rodeado de personas dispares, diversas, pero que, si tuviese que definirlas por algo, sería precisamente por su ternura. Y por su disposición para la alegría.

Así, podemos burlarnos los unos de los otros, incluso exponemos (algunas de) nuestras miserias en público para que los demás se cachondeen como nosotros lo hemos hecho de ellos antes y lo volveremos a hacer cuando nos toque...

Pero es así porque, quizá sin ser muy conscientes de ellos, respetamos los límites que marcan la ternura y el afecto que nos tenemos.

5 comentarios:

g dijo...

Uf.
Yo no lo hubiera dicho mejor.
Me abruma.
(Y me encuentro con esto cuando me toca hacer el milagro de la semana...)
Un beso,
g

C. dijo...

Voy del blog de g. al tuyo a saltos por la rayuela. Es divertido, bonito descubrir que hay patios de recrero para la ternura.
¿POr qué será que los sinceros siempre se equivocan?

C.

grankabeza dijo...

A mí la sinceridad me sigue pareciendo una virtud, eh.

No creo que sean los sinceros los que se equivocan, sino los que se montan en la sinceridad para situarse por encima de los demás y desde ese púlpito nos dan lecciones inapelables, los que se creen mejores simplemente por decir las cosas a la cara, sin tapujos, sin medida, sin piedad.

(Digresión que no entenderéis ni una ni otra, pero quizá alguien más lea esto: el mitin de n. en Bercianos el otro día, al que yo pretendí aportar mi granito de arena, me pareció un magnífico ejemplo de todo lo que quería decir con este post)

Anónimo dijo...

Te kiero Kabeza!
Este post me ha tocado de veras. Maravilloso, simplemente, sinceramente...
Pobre J. que se pierde tu maravillosa persona, y las del resto...
D.

grankabeza dijo...

:-)

¡Y yo a ti, jefe Gandhi! ¡Vamos ya!

Yo lo siento por J., pero no por habernos expulsado de su vida, porque estoy seguro de que él ni siquiera lo lamenta, sino por ver la vida y a la gente como él las ve. Se pierde demasiadas cosas buenas.

¡Abrazo!