31 de julio de 2007
Stuck with Dylan
Alguien dijo que los clásicos lo son porque nunca se agotan, porque cada vez que volvemos a ellos es (casi) como la primera vez. Así me pasa a mí con Dylan.
Aunque ha escrito algunas de las más bonitas (aunque extrañas) canciones de amor (mi favorita, If you see her, say hello), creo que prefiero sus canciones de desamor, o más bien antiamor (¡dios, me repito hasta en esto!...).
Como la feroz
It ain't me babe:
Go 'way from my window,
Leave at your own chosen speed.
I'm not the one you want, babe,
I'm not the one you need.
You say you're lookin' for someone
Never weak but always strong,
To protect you an' defend you
Whether you are right or wrong,
Someone to open each and every door,
But it ain't me, babe,
No, no, no, it ain't me, babe,
It ain't me you're lookin' for, babe.
Go lightly from the ledge, babe,
Go lightly on the ground.
I'm not the one you want, babe,
I will only let you down.
You say you're lookin' for someone
Who will promise never to part,
Someone to close his eyes for you,
Someone to close his heart,
Someone who will die for you an' more,
But it ain't me, babe,
No, no, no, it ain't me, babe,
It ain't me you're lookin' for, babe.
Go melt back into the night, babe,
Everything inside is made of stone.
There's nothing in here moving
An' anyway I'm not alone.
You say you're looking for someone
Who'll pick you up each time you fall,
To gather flowers constantly
An' to come each time you call,
A lover for your life an' nothing more,
But it ain't me, babe,
No, no, no, it ain't me, babe,
It ain't me you're lookin' for, babe.
Bob Dylan
Y a medio camino, pues lo único que tengo claro que Dylan expresa aquí es impaciencia, otra de mis favoritas,
If you gotta go
Listen to me, baby,
There's something you must see.
I want to be with you, gal,
If you want to be with me.
But if you got to go,
It's all right.
But if you got to go, go now,
Or else you gotta stay all night.
It ain't that I'm questionin' you.
To take part in any quiz.
It's just that I ain't got no watch
An' you keep askin' me what time it is.
But if you got to go,
It's all right.
But if you got to go, go now,
Or else you gotta stay all night.
I am just a poor boy, baby,
Lookin' to connect.
But I certainly don't want you thinkin'
That I ain't got any respect.
But if you got to go,
It's all right.
But if you got to go, go now,
Or else you gotta stay all night.
You know I'd have nightmares
And a guilty conscience, too,
If I kept you from anything
That you really wanted to do.
But if you got to go,
It's all right.
But if you got to go, go now,
Or else you gotta stay all night.
It ain't that I'm wantin'
Anything you never gave before.
It's just that I'll be sleepin' soon,
It'll be too dark for you to find the door.
But if you got to go,
It's all right.
But if you got to go, go now,
Or else you gotta stay all night.
Bob Dylan
20 de julio de 2007
Cinco ministros británicos confiesan haber fumado marihuana
Varios miembros del nuevo gobierno británico admiten que consumieron cannabis durante sus años de universidad
Pero todos, claro, se arrepienten de sus errores de juventud...
TJF
Y así fue, por varios motivos, algunos estrictamente personales.
Para empezar, por muy bonita que sea la Sala de Columnas del Círculo, su acústica deja bastante que desear: no se distinguía bien la voz de TJF, y si el reggae es de por sí un estilo algo monótono (al menos para un concierto de casi dos horas, no te crezcas, N ;-), al no poder entender prácticamente nada de lo que decía, a mí se me hizo aún más pesado.
Lo único que sí se entendía, una y otra vez, era "Afrique" por aquí, "Afrique" por allá. Hasta lo ponía en la túnica con la que TJF salió al escenario, ilustrada con varias siluetas del continente.
Y eso me dio que pensar, desde mi más profunda ignorancia: ¿realmente existe allí en África ese sentimiento panafricano, de pertenencia a una entidad común? ¿qué vínculos existen entre los pueblos subsaharianos y los árabes y bereberes del sur del Mediterráneo? Yo, admitiendo otra vez mi absoluto desconocimiento, lo dudo bastante.
En fin, que lo mejor fue, y con mucho, la oportunidad de pasar un agradable rato con A y C.
18 de julio de 2007
Como la vida misma
Tras leerlo, sólo me falta añadir uno que, en realidad, podría resumirlos prácticamente todos: hace falta pensar un poco más en el resto de conductores y recordar, pese a lo que pueda parecer, que son "personas humanas", y no entes cuya única misión en la vida es apartarse para que podamos circular como nos dé la gana.
Yo, que no conduzco rápido, pero tampoco especialmente despacio, y que procuro en general ser respetuoso con los demás y facilitarles la conducción en la medida de lo posible, llevo un tiempo buscando la mejor manera de hacer saber a los kamikazes que abundan por nuestras carreteras, que circulan a velocidades de vértigo, llevan el intermitente izquierdo permanentemente encendido, son raudos a disparar con las largas y parece que tienen prohibido por su religión pisar mínimamente el freno para respetar la distancia de seguridad cuando se interpone en su camino cualquier osado conductor que no corre tanto como ellos, estoy buscando, digo, cómo hacerles saber que ésa no es forma de conducir, que resulta agresiva y muy peligrosa, que genera cabreos innecesarios (los míos, al menos) y no facilita la fluidez del tráfico.
Cuando me cruzo con alguno de estos especímenes, mi reacción inmediata es relajar la marcha y tardar el doble en apartarme. Alguna vez he llegado incluso a pisar el freno, no con intención de reducir la velocidad, sino simplemente como aviso. Sé que ésta no es la forma, que aumenta la peligrosidad de la maniobra y, cuando al energúmeno de turno se le cruzan los cables, puede provocarnos más de un susto, así que mi última idea es, cuando alguien se me pegue, simplemente encender las luces de emergencia y que el sustito, si acaso, se lo lleven ellos.
Pero la verdad es que confío poco en que esta idea mía consiga transmitirles el mensaje a los cagaprisas... ¿Alguna idea mejor?
Antesdeayer, en su visita a México:
Zapatero: "No hay muro capaz de imponerse al sueño de una vida mejor"
El presidente advierte en México sobre el muro de EE.UU. contra la inmigración
Hace año y medio:El Gobierno presenta la tercera valla de Melilla, que impide que los inmigrantes se lesionen al saltar
Por cierto, y sin que sirva de precendente (!Dios me libre!), veo que en esto coincido con el faro de veracidad y ecuanimidad que es Libertad Digital...
17 de julio de 2007
Youssou
Esta vez tenía pensado desde hace unos días copiar las últimas páginas del último libro que he leído, y aún no descarto hacerlo, porque es de las cosas que más me han emocionado en muchísimo tiempo, aunque probablemente quien lo lea no entenderá por qué. Supongo que, en parte, porque lo leí en un momento de crisis absoluta (que, informo, sigue abierta), en el avión de vuelta de Berlín, la semana pasada.
Pero hoy no será eso lo que pondré aquí, sino turroncete casero, calidad suprema.
Como sabréis quienes me conocéis, soy un adicto a la música. Llevo años ordeñando la internet, soulseek mediante, tratando siempre de descubrir, a veces redescubrir, nuevas voces, nuevos ritmos que, dados mis gustos musicales más bien clásicos, de nuevos suelen tener poco...
Sin embargo, no tengo ningún conocimiento de teoría musical, y menos aún sé tocar algún instrumento. Simplemente siento la música, me emociona, me conmueve. Y con suerte, además de eso, que es realmente lo importante, hay veces en que me hace pensar.
Anoche, por ejemplo, en el conciertazo del gran Youssou N'Dour.
Ha sido la segunda vez que veo en concierto, después de la extraordinaria experiencia de hace un par de años, con mi amiga C.
Y ayer se repitió el milagro.
Como esperaba, en el público, al menos en el foso delante del escenario del Conde Duque, abundaban los jóvenes senegaleses, esos míticos negrazos que tanto me impresionan. Hace dos años, sin embargo, esto me sorprendió mucho. Entonces, la entrada costaba más de 30 euros, y yo suponía que el público estaría formado mayoritariamente por gente más o menos como yo, jovenzuelos con ínfulas culturetas en búsqueda de estímulos exóticos, blanquitos hipijillos en fin. Y sin embargo, los inmigrantes senegaleses llenaban la mitad del aforo de la Sala Arena, bailando como sólo ellos pueden, cantando emocionados todas las letras de esta megaestrella africana.
Veo que se me está yendo la inspiración, así que intentaré abreviar :-)
Tuve anoche sentimientos encontrados.
Por un lado, gocé con la poderosa música de N'Dour, me dejé llevar, bailé lo más negro que pude (mención especial para mi camisa "hawaiana" ;-), regalo de L…), me quedé con ganas de más.
Por otro lado, sentía que algo era falso, incómodo. En realidad, no tenía nada que ver con la música, maravillosa, sino con sus circunstancias: Youssou N'Dour, cantante y compositor extraordinario (a juzgar por la emoción con que recitan las letras de sus canciones sus jóvenes compatriotas, letras sobre la inmigración, sobre la cara oculta de África, sobre las desigualdades entre los países enriquecidos y los empobrecidos, como Senegal), es sin embargo un hombre muy rico que, en un país rico, canta para un público, pese a todo lo dicho, mayoritariamente blanco, y más o menos rico.
No consigo explicar bien la sensación que tuve anoche, quizá podría llamarlo simplemente mala conciencia por las desigualdades que, aunque disimuladas anoche, yo no podía dejar de ver.
Mezclada además con la constatación de que, por mucho que lo intentemos disimular, por mucho que yo trate de convencerme de lo contrario, la música es un espectáculo, una exhibición en la que el artista siempre acaba, más o menos, dando a su público lo que éste espera, como cuando Youssou N'Dour, después de todo un recital de enérgicos ritmos africanos, termina regalando a los europeos esa Seven seconds que, sin embargo, no deja de ser una bonita canción. O como cuando Dylan, de quien tantas veces se ha dicho que es el más libre de los grandes, que parece despreciar a su público cuando no se digna a levantar la vista de su piano ni siquiera una vez en todo el concierto, vuelve a tocar por millonésima vez su Blowin' in the wind, para que todos podamos corear ese himno cuasi religioso que tan lejos le queda a él, y a nosotros…
En fin, acabé desbarrando, as usual.
Pero lo dicho, la música de Youssou me hizo sentir, moverme y pensar. ¿Se puede pedir más?
No lo sé. Pero de momento, pasado mañana, Tiken Jah Fakoly en el Círculo de Bellas Artes...
5 de julio de 2007
Éxtasis
If Leonard Cohen had only recorded this extraordinary debut album and then disappeared, his stature as one of the most gifted songwriters of our time would still be secure. Released nearly forty years ago, in late December of 1967, Songs of Leonard Cohen remains startling for its confidence, its absolute artistic assurance. Some debuts are validated by an artist's later work; the depth and power of their songs revealed only by subsequent events and the passage of time. Others are betrayed by posterity, their promise shown to be a lie, or, more generously, a misunderstanding, a form of wishful thinking whose wish was never granted.
But, uniquely, Songs of Leonard Cohen remains exactly as forceful and surprising as it was four decades ago. It immediately seemed like a work of major importance by a daunting new talent back then, and that perception has more than been borne out. Its ten songs were entirely contemporary and strangely outside time, ancient without seeming what we would now call retro, and also visionary intimations of the future.
Now they do not so much sound as if they've been deepened by time; after all, they sounded deep on first hearing. It's more that they are untouched by time, unaffected by the ebb and flow of the many days and listenings and cover versions since their initial appearance in the world.
And they still sound simultaneously ancient and visionary, as potent in 2007 as they have ever been and, doubtless, will ever be. What is fascinating and could not have been anticipated in 1967, however, is how thoroughly this album maps the territory that Cohen would explore throughout his career. There are songs about women and songs about love; songs about power and the illusion of power; sons about the body and songs about the spirit; songs about finding what you think you want and songs about endless searching. Often many, or even all, of these themes overlap. They don't contradict each other as much as transform into each other, or reveal themselves ultimately to be the same thing, regardless of their apparent differences. What a character believes is discovery turn into a search. What seems like love turns into a struggle for power. The futility, the foolishness, of trusting what we think and see and feel, the inevitable duplicity of our expectations, is another of Cohen's essential motifs.
Such sensitivity to the complexity of human emotion and experience was not particularly a hallmark of the music released in 1967, the year, among other things, of the Summer of Love. It's not that great music didn't come out that year, but Songs of Leonard Cohen refused to flatter the conventional wisdom of the time. There is nothing utopian about it, no sense of generational struggle or political upheaval, though alert ears will detect how haunted this album seems by its birth during wartime. These songs are chronicles of the human journey, both internal and external, and yield nothing to easy, us-against-them oppositions.
What Cohen did share with his contemporaries was aesthetic boldness, a determination to create music unlike anything that had been heard before. The authority he brought to his first album is attributable to a couple of factors. First, Cohen, who was born in Montreal in 1934, was thirty-four years old when Songs of Leonard Cohen came out, old enough to embrace the creative momentum of the Sixties counterculture without falling prey to its more naïve aspects. He had also been a published poet for more than ten years, and a novelist as well, and Songs of Leonard Cohen became an extension of his work as a poet.
Cohen was signed to Columbia Records by the legendary John Hammond. Hammond planned to produce the album, but was unable to complete it, and John Simon took over. Cohen and Simon fought over the string, horn, keyboard and background vocal touches that Simon thought necessary to ameliorate the effect of Cohen's famously monochromatic voice. Cohen won some, though by no means all, of those battles, but, regardless, the album still rests squarely on his vocals and lyrics. The arrangements, though sometimes more elaborate than Cohen wanted them to be, are Spartan compared with the psychedelic grandeur characteristic of the period.
Listeners had been somewhat prepared for this album by the eloquent versions of "Suzanne", "Sisters of Mercy" and "Hey, That's No Way to Say Goodbye" (along with "Dress Rehearsal Rag" and "Priests", two songs that Cohen wrote, but did not include on his debut) that Judy Collins had performed on her albums In My Life (1966) and Wildflowers (1967). But Cohen's own more stringent versions — not to mention the inclusion of such unsurpassable songs as "Master Song", "The Stranger Song" and "So long, Marianne" — made it clear just how formidable a songwriter he was.
Every track on Songs of Leonard Cohen declares an artist who is speaking indelibly in his own inimitable voice. Lines such as "Like any dealer he was watching for the card/that is so high and wild/he'll never have to deal another/He was just some Jesus looking for a manger" have no precedent in popular song. The effortless blending of imagery from profane and sacred worlds, from gambling, the drug culture and the Bible, in this instance, would become a Cohen signature.
Ever the album art for Songs of Leonard Cohen told a compelling story, much more dramatically, of course, in the days of vinyl albums. Evidently based on the image of a saint on a Mexican postcard that Cohen had found, the woman on the album's back cover is apparently naked, enchained and engulfed by flames. Yet she looks calm and confident, her eyes raised upwards to the sky, her goal beyond. The fire could be the flames of martyrdom, or of passion, or both. The chains may well be symbolic of the prison house of the body and the material world, in the process of being burned off in purifying fire, so the spirit of this Joan of Arc can escape to a freer place.
Art, religion and Eros merge, then, in this portrait of a woman at the very extreme of her experience in this world. What more seductive enticement, what better introduction, could there be to Songs of Leonard Cohen, and to all the Leonard Cohen songs to come?
Anthony DeCurtis