14 de abril de 2011

La señora Tusquets

Ayer, la señora Tusquets no parecía tener ganas de hablar.

Por más que su amiga Ana María Moix le intentaba tirar de la lengua, mencionando situaciones o personas de la Barcelona de los 60 de las que Esther podía habernos contado vivencias y recuerdos, no hubo manera. Parecía ausente, aburrida, como si solo estuviese esperando que el acto terminase.

Aun así, en más de una ocasión asomó a su rostro una sonrisita traviesa al recordar alguna anéctoda graciosa de alguno de los muchos personajes que poblaron esa época en esa ciudad, tan especial para mí, mitómano empedernido.

Me quedé con ganas de más, de mucho más. Pero no salí frustrado.

La frase que resumía la conversación entre estas dos amigas la pronunció Luis Goytisolo, que hizo de presentador, explicando cómo se enfrentó él al ambiente claustrofóbico de la España, la Cataluña, la Barcelona de los últimos años del franquismo en una ciudad por otra parte en plena ebullición cultural y abriéndose al mundo: "Me propuse hacer como si viviese en un país libre." Y al parecer, lo consiguió.

Pero no será por nada de lo anterior por lo que recordaré la tarde de ayer.

Si hoy estoy contento es porque, por primera vez, ayer conseguí vencer la timidez casi patológica que me ha impedido siempre expresar personalmente mi admiración a personas como la señora Tusquets.

Al finalizar la charla, mientras el auditorio se vaciaba y tras compartir alguna reflexión sobre lo que habíamos escuchado (y lo que no) con la persona que estaba sentada a mi lado, escritora y periodista, pero que también dudaba si acercarse al estrado o no, me atreví a pedirle a Esther que me firmase el librito que acababa de comprar y aproveché para agradecerle que trate tan bien nuestro idioma al escribir.

En el autobús de vuelta a casa, caí en un detalle que probablemente irritó a la vieja dama indigna que es la señora Tusquets. Me temo que, al dirigirme a ella, contra mi costumbre y sin darme cuenta, llevado por la emoción y por la familiaridad que uno cree tener con alguien a quien ha leído bastante, cometí uno de los pequeños delitos abominables de los que ella habla en uno de sus últimos libros: la tuteé.

Ups.

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