"¿Cómo es él?", te pregunté. Y respondiste que era un tipo único, extraordinario, genial, y esto me tranquilizó un poco, por ti, pues los amores suelen ser remediables y fugaces cuando se depositan en un hombre que se califica de extraordinario, único y genial. Pero enseguida olvidaste los tópicos, superaste las banalidades y las frases hechas, pisaste a fondo el acelerador, te lanzaste en picado, y surgieron palabras magníficas y aterradoras.
Resulta que el tipo del que estás perdidamente enamorada camina un poco torcido; no es que sea cojo, no, pero muestra, al andar, un balanceo de lo más gracioso, como a lo Pantera Rosa; y tiene una mirada nebulosa y vaga perdida tras los cristales gordísimos, porque no ve demasiado bien; y, como tampoco oye bien, pues sordea del oído izquierdo, se inclina un poco hacia la derecha cuando le hablas, de modo que se tuerce todavía algo más [...]
Esther Tusquets, en Prefiero ser mujer
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