15 de diciembre de 2011

Homo narrans

Ayer, C (aka X) y yo estuvimos escuchando en directo a Muñoz Molina, uno de esos pequeños lujos que vivir en una ciudad ofrece a un mitómano empedernido como yo.


(Rosa Badia y Antonio Muñoz Molina en la Biblioteca Jaume Fuster. 

Debería haber tomado notas (no digo tuiteado, C, que ya te veo venir... ;), para escribir aquí un recuento con algo más de chicha, porque ahora todo lo que tengo son ideas vagas de lo que MM ayer expresó con mucha más precisión y elocuencia (¡cómo me gusta esta palabra!).

De todo lo que dijo, me quedé con esto: «Necesitamos contarnos historias para comprender el mundo.»

Es una idea a la que le doy vueltas recurrentemente desde hace mucho tiempo, de la que he hablado aquí varias veces, y que en las últimas semanas me ha aparecido por distintos sitios.

Por ejemplo, en la charla a la que asistí hace unas semanas sobre «ceguera al cambio», donde un neurocientífico nos explicaba cómo nuestro cerebro trabaja continuamente para darle sentido a un mundo que no lo tiene de por sí, y a menudo nos la juega y nos engaña para superponer un cierto orden sobre el caos, para contarnos una historia a nosotros mismos, sin la cual somos incapaces de vivir.

O también en este artículo de hace unos días que por fin he leído hoy, de Henning Mankell, escritor sueco que lleva muchos años viviendo a medias entre su país y Mozambique, que habla sobre cómo en África aún pervive el arte de escuchar las historias de los demás y contiene estas líneas memorables:

Two old African men were sitting on that bench, but there was room for me, too. In Africa people share more than just water in a brotherly or sisterly fashion. Even when it comes to shade, people are generous.

I heard the two men talking about a third old man who had recently died. One of them said, “I was visiting him at his home. He started to tell me an amazing story about something that had happened to him when he was young. But it was a long story. Night came, and we decided that I should come back the next day to hear the rest. But when I arrived, he was dead.”

The man fell silent. I decided not to leave that bench until I heard how the other man would respond to what he’d heard. I had an instinctive feeling that it would prove to be important.

Finally he, too, spoke.

“That’s not a good way to die — before you’ve told the end of your story.”

It struck me as I listened to those two men that a truer nomination for our species than Homo sapiens might be Homo narrans, the storytelling person. What differentiates us from animals is the fact that we can listen to other people’s dreams, fears, joys, sorrows, desires and defeats — and they in turn can listen to ours.


2 comentarios:

C (aka X) dijo...

¿quiere decir esto que yo soy mi página web? :)

grankabeza dijo...

¿Prefieres que enlace a una foto de las tantas tuyas que he ido publicando en Facebook? ;)