10 de mayo de 2008

Me admira la gente que tiene las cosas claras. Y a la vez me da un poco de miedo.

Yo me siento incapaz de afirmar algo con rotundidad, por mucho que lo haga a menudo, como todo el mundo, y que alguna vez hasta lo diga en serio.

Vivo en un estado de confusión permanente, tengo la sensación de estar rodeado de una bruma mental que me impide pensar con claridad. Y, por otra parte, pienso que esto no les pasa a los demás, que cuando ellos afirman algo con contundencia, con convicción, es porque realmente no tienen dudas.

A mí me parece que la complejidad del mundo me supera, que al emitir una opinión estoy generalizando, simplificando, falseando lo que realmente es, lo que existe.

Supongo que no hay escapatoria, que esto es así y con ello hay que vivir, que la alternativa es simplemente quedarse quieto y observar, sin poder actuar, sin capacidad para cambiar nada. Y que nos pasa a todos aunque quizá muchos ni se den cuenta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que para tener que tener las cosas claras hay que conocerse, y para eso hace falta valor, porque cuando uno remueve la mierda, huele. Pero una vez hecho el trabajo sucio, la mente se aclara y todo cobra sentido.
Y no hay nada más gratificante.

Moraleja: menos palabrería y más hechos.

grankabeza dijo...

No estoy segudo de si me estás llamando cobarde, o te lo estás llamando a ti, o quizá a ambos.

Por si acaso, y en lo que me toca, reconozco que de valor no ando sobrado. Algo de mierda sí que tengo, como todo hijo de vecino, pero tampoco tanta como para sentirme incapaz de removerla.

Pero con esto que escribí yo no me refería al conocimiento de uno mismo, sino de lo que pasa en el mundo, de lo que las demás personas hacen y de por qué, de cómo está montada la sociedad.

Me parece que la gente habla con demasiada seguridad de cosas que yo en absoluto veo claras. Y creo que en la mayoría de los casos su aplomo es simplemente fruto de la ignorancia: todo les parece fácil, ellos siempre tienen claro quiénes son los malos, quiénes los buenos, cómo se arreglaba todo en un pis pas.

Y yo, que también lo hago, soy consciente de lo frágil de mis suposiciones, de lo incompleto de mi conocimiento, de mis océanos de ignorancia, en fin.