29 de diciembre de 2009

Por mi parte, había sido amor instantáneo, amor a primera vista. Qué raro es esto, ves a un ser de tu misma especie, en este caso del sexo contrario, un ser del que no sabes nada, le das la mano, cruzas con él dos palabras sin trascendencia alguna, y le amas. Luego enseguida, te precipitas a descubrirle o a inventarle. Olvidas que en el primer momento le has amado por factores exclusivamente físicos, dado que no habían aparecido otros; no tienes presente que, si se trata de amor a primera vista, le has elegido, o te ha elegido, como se eligen los animales antes de aparearse, siguiendo normas dictadas por la naturaleza. Y esto a los humanos, a una inmensa mayoría de los humanos, no les gusta nada, aunque no me parece a mí el peor modo de elegir compañero, porque las normas de la naturaleza son simples y poco racionales, pero certeras.

Esther Tusquets, en Confesiones de una vieja dama indigna


Acabo de terminar el libro. Aún estoy deslumbrado por su prosa, límpida, cristalina. Y por la sinceridad de la autora, sin trazas de afectación alguna, dignísima integrante del club de las viejas damas indignas*.

Pero no te preocupes, C., prometo que no habrás más citas, al menos hasta que tú lo leas ;-)


*«acción [considerada] reprobable, impropia de las circunstancias del sujeto que la ejecuta»

2 comentarios:

sara dijo...

"...a descubrirle o a inventarle...".
M'ha encantat.

grankabeza dijo...

Me temo que yo soy de los que inventan, aunque preferiría (mucho) ser de los que descubren.