Manhattan está siendo permanentemente construida y destruida. El espacio de la isla es demasiado estrecho y las energías del dinero y del comercio que actúan sobre la ciudad son demasiado poderosas como para permitirle que se quede inmovilizada en un monumentalismo de capital europea. Socavones hondos como cráteres de meteoritos ocupan manzanas enteras, y los andamios de nuevos rascacielos ascienden en el aire con el poderío de las grúas gigantes que elevan vigas de hierro, calderos de hormigón y cargamentos de ladrillos hacia los pisos más altos. Las grúas, las excavadoras, los bulldozers, las taladradoras, los camiones con remolques giratorios que molturan el hormigón, agregan sus rugidos al gran fragor de la ciudad, y el suelo tiembla junto a los solares de las obras con una trepidación de fuerzas geológicas, de placas continentales chocando entre sí.
Antonio Muñoz Molina en Ventanas de Manhattan.
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