La apuesta paulatina, compleja, pero inequívoca por una Europa política no deja margen real para la apuesta por la secesión del País Vasco, desgajado de la actual España de las autonomías. El principio de realidad supone la gran baza del Estado y del constitucionalismo político. Pero encarna el peligro de que nos durmamos en tal certeza mientras la convivencia se deshace en nuestros dedos.
Como señala Ander Gurrutxaga en Transformaciones del nacionalismo vasco, las encuestas y estudios sociológicos indican que "el ciudadano típico de la minoría nacional en un Estado democrático moderno desea la etnocracia pero no la independencia". Esto no significa que no haya gente a favor de la secesión o partidaria de cambios importantes en el sistema político que lleven a una mayor autonomía política. Ésta es a su vez una de las bazas y una de las debilidades del nacionalismo político, que le lleva a jugar a las apariencias. Al mus. Y el mus es el juego del engaño.
El sociólogo Ander Gurrutxaga advierte para nuestra sociedad -como el propio Stéphane Dion lo hace a su vez para la sociedad quebequesa- que cuando a individuos que comparten grados de lealtad respecto a su identidad se les plantean conflictos irresolubles entre la lealtad al Estado y a la "nación", la lealtad a la nación suele ganar la competencia. Ésta es otra de las principales bazas que utiliza cada día el nacionalismo político en la contienda electoral. Es la que les ha asegurado hasta ahora el poder.
Maite Pagazaurtundua, "Los Pagaza. Historia de una familia vasca"
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