8 de marzo de 2007

Hablando de desvaríos...

Como ya comenté hace un tiempo, hay en mi familia varias personas que no sólo escuchan con frecuencia al infame Jiménez Losantos, sino que dan crédito a la teoría conspirativa sobre la autoría de los atentados del 11-M.

Cada vez que, en alguna reunión familiar y según costumbre bien aquilatada, la discusión de sobremesa deriva hacia el asunto en cuestión, me he sentido abrumado e incapaz de rebatir con datos sus afirmaciones: ¿entonces, cómo explicas lo de la Kangoo? ¿y lo de la mochila de Vallecas? ¿y qué me dices de Sánchez Manzano?, y cosas así.

Yo soy de los que creí, en las primeras horas del infausto día 11, en la autoría etarra del atentado. Sin embargo, y sin que sirva de precedente, dejé de creerlo cuando, entre otras cosas, escuché al hipócrita de Otegi condenar el atentado (éste sí, tantos otros no). Acudí, como todo ciudadano de bien, a la emocionante manifestación del día 12, cuyo lema Aznar impuso unilateralmente, con un sesgo bien evidente. Incluso, en un exceso del que no me enorgullezco, estuve delante de la sede del PP en Génova el día 13, aunque me negué a gritar las barbaridades que allí escuché.

Sin embargo, de eso hace ya 3 años. Ahora que ha empezado el juicio oral, y cuando los de siempre siguen insistiendo en la disparatada hipótesis conspiratoria, detrás del aparentemente inocente "queremos saber la verdad", ahora que El Mundo, cegado por su fanatismo, acaba dando cobertura a la defensa de los supuestos autores del atentado, he empezado a leer cositas sobre el asunto.

Y he encontrado este interesantísimo blog colectivo que se define explícitamente como "anticonspiracionista".

Ayer me entretuve leyendo varios posts prolijos en detalles sobre el análisis de explosivos, donde tratan de desmontar esa faceta de la teoría conspirativa que dice que no se sabe qué fue lo que explotó en los trenes.

Y hoy llevo un buen rato leyendo una especie de respuesta por entregas (I, II.1, II.2, III y IV) a las respectivas cartas a un genérico e hipotético "defensor de la versión oficial" que uno de los buques insignia del "conspiracionismo", Luis del Pino, escribió hace un tiempo en su famoso blog (I, II, III y IV).

Con un lenguaje por lo general mesurado, evitando entrar en valoraciones políticas, pero implacable al señalar las mentiras y medias verdades de Del Pino, este "acuse de recibo" a sus cartas deja, en mi humilde opinión, en el lugar que merece este gran desvarío colectivo que lleva envenenando la vida política española casi tres años.

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