Ayer, a bordo del tren que me llevaba de Compiegne a París. Frente a mí, una joven (¿19 años?) y un joven. Trato de combatir el interés que tomo por la joven, por su encanto, y, para lograrlo, la imagino muerta, en estado de cadáver avanzado, sus ojos, sus mejillas, su nariz, sus labios, todo en plena putrefacción. Nada fue eficaz. El encanto que ella desprendía seguía actuando sobre mí. Tal es el milagro de la vida.
Emil M. Cioran
1 comentario:
Vaya... Cioran me encanta.
Excelente para iniciar un Lunes.
Saludos
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