Ayer, en una comida de hombres para despedir al crack de JM, asimilando las enseñanzas de nuestro común maestro A, hablamos una vez más de mujeres.
Estuve tentado ayer, al empezar a escribir este post al que tantas vueltas le estoy dando (más técnicas, con Google Wave, que de contenido), de contar algún detalle sobre la conversación, aun arriesgándome a romper el ancestral pacto de silencio que nos obliga a nosotros (los hombres) a no desverlarles jamás a ellas (vosotras) el contenido de conversaciones como ésa ;-).
Finalmente, el desvarío tomó otros derroteros y me centré en lo que me había llevado a escribir in the first place: el vídeo de Cindy Gallop titulado Make love not porn (Haced el amor, no porno) que encontré en fora.tv, uno de mis inagotables filones de conocimiento (¿quizá alguna vez sabiduría?).
Creo que el vídeo me llamó tanto la atención precisamente porque enlazaba con algo de lo que habíamos hablado en el restaurante (o, más precisamente, sobre lo que yo siempre pienso, aunque no siempre digo, cuando hablo de mujeres): la suerte que tenemos, en esta época que nos ha tocado vivir, de poder mantener, con todas sus limitaciones y tensiones, relaciones de igual a igual entre hombres y mujeres; o mejor, entre un hombre y una mujer.
En fin, que el discurso, breve, directo y sin tapujos de Cindy Gallop me impresionó.
[Si el vídeo incrustado no carga, como me pasa a mí, podéis verlo pulsando aquí o en el enlace del párrafo siguiente.]
Con más tiempo, me dedicaría a trascribirlo entero (ver más abajo), aunque el título es bastante explícito por sí solo.
Ése es también el nombre de su sitio web, makelovenotporn.com, de donde he sacado este pantallazo y donde hay varias comparaciones como ésta entre el mundo del porno y el mundo real:
Aunque espero que el texto de la imagen resulte suficientemente obvio para much@s (si no, mal vamos... ;-), lo que con lenguaje claro y directo transmite Gallop es que, en esta época en que el porno duro está más accesible que nunca a través de Internet, y en que los jóvenes empiezan a verlo a edades cada vez más tempranas, si los adultos no les enseñamos la diferencia entre lo que esas películas muestran (fantasías de hombres, para hombres, en general evidente y extremadamente machistas) y la realidad de las relaciones sexuales, están abocados a una vida sexual, y por tanto, a una vida emocional, limitada, empobrecida, desgraciada.
Y esto, como bien dice la señora Gallop, no se arregla evitando que accedan al porno, cosa que conviene asumir que es prácticamente imposible, sino sirviendo de contrapeso, educándolos, mostrándoles que esos delirios masculinos, mecánicos, repetitivos, completamente previsibles, poco tienen que ver con la complejidad, la riqueza, la sutileza y la potencia de la forma más intensa que los humanos tenemos de relacionarnos: el sexo.
Mi transcripción (work in progress haciendo pruebas con Google Wave):
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