No hay en el mundo cosa tan bien escripta que tornada a reveer por el que la escrivió,
no halle que polir, que corregir, que añadir y aun que quitar.
Escuchando a Kris Kristofferson en su cumpleaños, en particular sus últimos discos, totalmente straight and to the point, vuelvo a ser consciente de algo que pienso a menudo: la gente, en general, escribe de más.
Yo el primero, claro. Cuando reviso alguna de las cosas que escribo, aquí o donde sea, lo más habitual es que acabe acortando, limpiando el texto de excrecencias, de palabras superfluas sin otro valor que servir como muletas en que apoyarse.
De hecho, muchas veces, cuando leo a gente que me parece que escribe de más, lo que pienso es que en realidad no saben (sabemos) escribir, que no manejan el idioma, no son capaces de hacerle decir lo que quieren con el menor número de palabras posible.
Dos ejemplos más de lo que es para mí escribir bien, muy distintos entre sí y también de Kristofferson: Muñoz Molina e Idea Vilariño (insuperable en
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