21 de noviembre de 2005


Calamaro en el Palacio de los Deportes.

(Para empezar, una "mala" noticia de la que me enteré el mismo viernes: coincidiendo con el concierto de Calamaro, también tocaba en Madrid Andrea Echeverri, la voz de Aterciopelados, presentando su disco en solitario, un himno a la maternidad, pero también tocando temas del grupo. Yo que pensé que nunca tendría ocasión de verles en directo, y vienen a tocar justamente el mismo día que el gran Andrés. Si es que...)

El Palacio lleno (14000 personas, según leí en las crónicas), pero sin agobios. Buen sonido, y las pantallas gigantes de las esquinas que permitían ver en primer plano al protagonista de la noche.

El concierto empezó siguiendo al milímetro las líneas de El regreso, el nuevo disco de Calamaro, grabado en directo en Buenos Aires, y yo me temí lo peor: que siguiese el guión hasta el final. Sonaba bien, pero era exactamente igual que lo que he estado escuchando tantas veces las últimas semanas. Y para eso no va uno a un concierto...

Afortunadamente, mis inquietudes no se concretaron, y Calamaro nos ofreció otras cosas.

Para empezar, un par de tangos con el toque del Niño Josele. Me imagino, por lo que he leído, que ése es el tipo de música que está grabando ahora Calamaro, con el clan de Javier Limón, pero para mi gusto, estaba fuera de lugar en un concierto tan multitudinario y tan potente, fue un corte de ritmo innecesario.

Después, sucesión de temazos, del propio Andrés o de Los Rodríguez, incluyendo la gloriosa No se puede vivir del amor, Crímenes perfectos, Media Verónica o Sin documentos, entre otros muchos.

Algo más de dos horas de buena música en un "concierto cálido" (como calificaban el El País al recital de Barcelona) en el que pudimos darnos el gustazo de expresar nuestro cariño por el maestro, y congratularnos por tenerlo de vuelta. Y para terminar:

Nos volveremos a ver, porque siempre hay un regreso...

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