Normalmente, el trayecto hasta Toledo es mero trámite, alrededor de cincuenta minutos en los que intento desconectar el cerebro, ir escuchando mi musiquilla, y no cabrearme con los agonías a los que parece que les va la vida en llegar cinco minutos antes a su destino.
Pero hay días, como ayer u hoy, en que la niebla hace que lo que era pura rutina se convierta en una aventura.
El paisaje, tan familiar que pasa normalmente desapercibido, directamente desaparece.
Los coches se transforman en vehículos extraños, con luces brillantes y formas apenas perceptibles.
Las farolas pasan a ser las luces de larguísimas pistas de aterrizaje.
Y así yo, siempre que conduzco en una noche con niebla, acabo imaginándome a los mandos de una nave, o mejor, de un vehículo como el que Harrison Ford pilota en Blade Runner.
1 comentario:
Pues si que me mola esto de que te expreses por el blog...
sigue así mosntro!!! que es un gustazo leerte!
El gandhi
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