9 de noviembre de 2005

Me está costando ponerme, así que sigo con Porchia. Leo el prólogo que escribió Borges a la edición francesa de sus aforismos. Y enlaza justo con lo que estaba pensando:

"Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo."

dice Porchia, y Borges lo entiende de esta manera:

"Felizmente —y también para nuestro pesar—, los fantasmas no nos faltan. Creemos ser argentinos, chilenos, franceses, devotos de tal o cual fe, afiliados a tal o cual partido, herederos de una tradición, portadores de un nombre, habitantes de una casa o de un siglo, poseedores de un rostro entre otros. Estos fantasmas son incesantes, pero no es imposible que nos dejen solos, atrozmente solos, en el instante de la muerte."

Yo no lo habría interpretado así, pero estaba pensando en algo parecido a lo que dice Borges. He dicho antes que me estaba argentinizando, y eso me ha hecho pensar en lo voluble que es nuestra "identidad" (al menos la mía, y cuánto me alegro), por mucho que los delimitadores de las primaveras se empeñen en lo contrario.

Nos quieren hacer idénticos los unos a los otros ("la identidad española se está diluyendo", "debemos combatir el riesgo de pérdida de la identidad catalana", todas esas bobadas), y no somos idénticos ni siquiera a nosotros mismos.

Yo ahora me siento más argentino. Cuando paseo por París, aflora mi parte francesa. Si escucho blues, soy negro y americano. Senegalés en el concierto de Youssou N'Dour. Irlandés cuando me emociono con el León de Belfast. Y así, tantas y tantas identidades distintas y todas mías.

Pues eso.

No hay comentarios: