Se me acabaron las dos semanitas de vacaciones, ya estoy de nuevo en Toledo, aunque en la piel aún me queda humedad de la Costa Tropical.
Literalmente: esta "mañana" (eran las 3:30) me he duchado en Salobreña, para despejarme después de una noche realmente húmeda (con gran pericia, decidí que la mejor despedida a la playa era volverme a Madrid quemadito entero. Así que me he pasado la noche (media noche, para ser más exactos; la otra media, conduciendo) sudando como un toro ;-) y dando vueltas en la cama sin parar). La otra parte de la humedad es genuinamente toledana: se anuncian máximas de 38 graditos a la sombra, y en el curro no funciona el jodido aire acondicionado...
En fin, que aunque parecía (ver post anterior) que estas vacaciones iban a saltarse las leyes de la naturaleza y se me iban a hacer largas, al final no ha sido así, claro.
Pero, eso sí, han sido vacaciones de verdad: vuelvo achicharrado pero fresco como una lechuga (una lechuga rojita, pero bueno). No he hecho ni el huevo. No he leído, no he escrito, no he pensado. Todo se me ha ido en sentir (y en ponerme como un toro, por supuesto...). Me he reconciliado con el mar, no sólo me he dedicado a contemplarlo, de hecho casi no lo he hecho. Pero me he bañado como nunca. He sentido a los amigos: algunos cada vez más cerca, otros alejándose...
En diversos formatos: primero, unos días tranquilitos, adolescentes, suaves, con jefe Patas; después, charla mítica con g; y para rematar, finde en chupipanda con las nenas, con barbacoa de sardinas en la azotea, jazz en el parque, sobredosis de parchís y de piscina y conversación man to man, como en los viejos buenos tiempos, con Alberto de madrugada.
En fin, que me he sentido, como tantas veces, un privilegiado.
2 comentarios:
qué grande es la complicidad...
te leo, me releo y se me dibuja una sonrisa.
Vaya moditas las vacances no?
Con quemadura incluida. Un saludo, me entretienes:)
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