La charla con J, que podíamos haber tenido el viernes, en un principio se pospuso y finalmente no tendrá lugar.
Así acaba mi amistad con él, de la forma más abrupta, absurda y cutre. Con un puto mail a las tantas de la madrugada, al que yo contesté sin ningún eco, ninguna respuesta. Ni siquiera una última charla, una despedida.
Del mail hace más de un mes. Y sigo estupefacto. Y cabreado.
Porque me siento despreciado, engañado. Porque he descubierto que una relación que yo consideraba entre las más importantes en mi vida estaba basada en nada, era nada.
Por otra parte, esta decepción me está ayudando a valorar otras muchas amistades que tengo y a las que quizá no prestaba el cuidado suficiente, amistades que sí "me merecen".
En fin
31 de julio de 2006
Cosas de internet: empiezo leyendo un artículo, muy crítico con la guerra y con el clima moral en su país, en un periódico israelí, Haaretz (según tengo entendido, relativamente izquierdista, plural, minoritario). De ahí, a través de uno de los comentarios al artículo (la mayoría, por cierto, muy negativos), llego a una página que muestra imágenes de la destrucción del Líbano. Sobre todo de las víctimas civiles, en especial los niños. Espeluznante.
Supongo que habrá fotos parecidas de las víctimas israelíes (que, como siempre, son muchísimas menos), igualmente espantosas.
Imágenes que nadie quiere ver, que hacen saltar las lágrimas, que obligan a apartar la mirada para no acabar vomitando de horror.
Y no las vemos (una cosa es un edificio destruido y otra muy distinta un ser humano destrozado), y así podemos seguir hablando de abstracciones como "el derecho de Israel a defenderse", "lucha contra el terrorismo", "daños colaterales", todos esos eufemismos para disfrazar lo que ningún ser humano debería ser capaz de tolerar.
Supongo que habrá fotos parecidas de las víctimas israelíes (que, como siempre, son muchísimas menos), igualmente espantosas.
Imágenes que nadie quiere ver, que hacen saltar las lágrimas, que obligan a apartar la mirada para no acabar vomitando de horror.
Y no las vemos (una cosa es un edificio destruido y otra muy distinta un ser humano destrozado), y así podemos seguir hablando de abstracciones como "el derecho de Israel a defenderse", "lucha contra el terrorismo", "daños colaterales", todos esos eufemismos para disfrazar lo que ningún ser humano debería ser capaz de tolerar.
28 de julio de 2006
Uff
Sigo desparramando:
"8 de junio
Ahora estuve bailando en una cave de Amberes, cerca de Venusstraat. Había niñas adorables que no pasaban de los 18 años. Si yo hubiera sido más joven me hubiera quedado con ellas, solamente por gozar de la irradiación de su presencia. Pero a mi edad se aspira a placeres más completos. A la media hora me escapé avergonzado por mi falta de inocencia."
Julio Ramón Ribeyro
"8 de junio
Ahora estuve bailando en una cave de Amberes, cerca de Venusstraat. Había niñas adorables que no pasaban de los 18 años. Si yo hubiera sido más joven me hubiera quedado con ellas, solamente por gozar de la irradiación de su presencia. Pero a mi edad se aspira a placeres más completos. A la media hora me escapé avergonzado por mi falta de inocencia."
Julio Ramón Ribeyro
Hay días, como hoy, que me levanto con tantas cosas que decir, con ganas de saberlo todo, de meterme el mundo en vena, de cualquier cosa menos ponerme a darle vueltas al "Análisis de riesgos de los sistemas de información de la Dirección General" con el que me tengo que pelear hoy.
Pero acabaré no diciendo nada (¿quién escucha?¿a quién le importa?), seguiré siendo un completo ignorante (abro mil pestañas a la vez en el firefox, leo cuatro líneas de cada una, copio alguna frasecilla, como lo de Valéry, me doy por satisfecho con la sensación, absolutamente superficial (como la piel...), de que al menos me he asomado a mil ventanas a mil sitios distintos: Israel, México, Chile...), seguiré estancado, aislado en mi pequeñísimo rincón del mundo (tan pequeño también que con Google Earth se deben tardar tres segundos en darle una vuelta). Y, por supuesto, acabaré dándomela contra el jodido análisis de riesgos...
Menos mal que al menos es viernes (¿y qué?).
Y esta tarde, conversación (o no, quién sabe) definitiva con el tarado de mi ex-amigo J.
Y mañana, punto final a mi corta aventura capitalina, retirada a mis cuarteles de verano.
Pero acabaré no diciendo nada (¿quién escucha?¿a quién le importa?), seguiré siendo un completo ignorante (abro mil pestañas a la vez en el firefox, leo cuatro líneas de cada una, copio alguna frasecilla, como lo de Valéry, me doy por satisfecho con la sensación, absolutamente superficial (como la piel...), de que al menos me he asomado a mil ventanas a mil sitios distintos: Israel, México, Chile...), seguiré estancado, aislado en mi pequeñísimo rincón del mundo (tan pequeño también que con Google Earth se deben tardar tres segundos en darle una vuelta). Y, por supuesto, acabaré dándomela contra el jodido análisis de riesgos...
Menos mal que al menos es viernes (¿y qué?).
Y esta tarde, conversación (o no, quién sabe) definitiva con el tarado de mi ex-amigo J.
Y mañana, punto final a mi corta aventura capitalina, retirada a mis cuarteles de verano.
25 de julio de 2006
When my lady danced
(Actualizo: más de cinco años después, incluyo el vídeo con la canción.)
Did you see?
My lady danced for me
It was heavenly
When my lady danced for me
Can it be
No one as fair as she?
You know it's set me free
When my lady danced for me
There are few things sure and certain
Times and seasons ebb and flow
Behind the final curtain
There's so much that we don't know
Still I must be thankful
For the little things I see
Like the roses on the water
When my lady danced for me
Can it be
No one as fair as she?
And it's set me free
When my lady danced for me
There are raindrops in the sunshine
A smile can hide a tear
We don't have much to go on
In this world of hope and fear
Still I must be thankful
For the little things I see
Like the rainbow in the water
When my lady danced for me
Can it be
No one as fair as she?
It was heavenly, heavenly
When my lady danced for me
Can it be
No one as fair as she?
It was heavenly, heavenly
When my lady danced for me
Terry Callier
Did you see?
My lady danced for me
It was heavenly
When my lady danced for me
Can it be
No one as fair as she?
You know it's set me free
When my lady danced for me
There are few things sure and certain
Times and seasons ebb and flow
Behind the final curtain
There's so much that we don't know
Still I must be thankful
For the little things I see
Like the roses on the water
When my lady danced for me
Can it be
No one as fair as she?
And it's set me free
When my lady danced for me
There are raindrops in the sunshine
A smile can hide a tear
We don't have much to go on
In this world of hope and fear
Still I must be thankful
For the little things I see
Like the rainbow in the water
When my lady danced for me
Can it be
No one as fair as she?
It was heavenly, heavenly
When my lady danced for me
Can it be
No one as fair as she?
It was heavenly, heavenly
When my lady danced for me
Terry Callier
24 de julio de 2006
Lo breve, si bueno, dos veces breve (o algo así)
Se me acabaron las dos semanitas de vacaciones, ya estoy de nuevo en Toledo, aunque en la piel aún me queda humedad de la Costa Tropical.
Literalmente: esta "mañana" (eran las 3:30) me he duchado en Salobreña, para despejarme después de una noche realmente húmeda (con gran pericia, decidí que la mejor despedida a la playa era volverme a Madrid quemadito entero. Así que me he pasado la noche (media noche, para ser más exactos; la otra media, conduciendo) sudando como un toro ;-) y dando vueltas en la cama sin parar). La otra parte de la humedad es genuinamente toledana: se anuncian máximas de 38 graditos a la sombra, y en el curro no funciona el jodido aire acondicionado...
En fin, que aunque parecía (ver post anterior) que estas vacaciones iban a saltarse las leyes de la naturaleza y se me iban a hacer largas, al final no ha sido así, claro.
Pero, eso sí, han sido vacaciones de verdad: vuelvo achicharrado pero fresco como una lechuga (una lechuga rojita, pero bueno). No he hecho ni el huevo. No he leído, no he escrito, no he pensado. Todo se me ha ido en sentir (y en ponerme como un toro, por supuesto...). Me he reconciliado con el mar, no sólo me he dedicado a contemplarlo, de hecho casi no lo he hecho. Pero me he bañado como nunca. He sentido a los amigos: algunos cada vez más cerca, otros alejándose...
En diversos formatos: primero, unos días tranquilitos, adolescentes, suaves, con jefe Patas; después, charla mítica con g; y para rematar, finde en chupipanda con las nenas, con barbacoa de sardinas en la azotea, jazz en el parque, sobredosis de parchís y de piscina y conversación man to man, como en los viejos buenos tiempos, con Alberto de madrugada.
En fin, que me he sentido, como tantas veces, un privilegiado.
Literalmente: esta "mañana" (eran las 3:30) me he duchado en Salobreña, para despejarme después de una noche realmente húmeda (con gran pericia, decidí que la mejor despedida a la playa era volverme a Madrid quemadito entero. Así que me he pasado la noche (media noche, para ser más exactos; la otra media, conduciendo) sudando como un toro ;-) y dando vueltas en la cama sin parar). La otra parte de la humedad es genuinamente toledana: se anuncian máximas de 38 graditos a la sombra, y en el curro no funciona el jodido aire acondicionado...
En fin, que aunque parecía (ver post anterior) que estas vacaciones iban a saltarse las leyes de la naturaleza y se me iban a hacer largas, al final no ha sido así, claro.
Pero, eso sí, han sido vacaciones de verdad: vuelvo achicharrado pero fresco como una lechuga (una lechuga rojita, pero bueno). No he hecho ni el huevo. No he leído, no he escrito, no he pensado. Todo se me ha ido en sentir (y en ponerme como un toro, por supuesto...). Me he reconciliado con el mar, no sólo me he dedicado a contemplarlo, de hecho casi no lo he hecho. Pero me he bañado como nunca. He sentido a los amigos: algunos cada vez más cerca, otros alejándose...
En diversos formatos: primero, unos días tranquilitos, adolescentes, suaves, con jefe Patas; después, charla mítica con g; y para rematar, finde en chupipanda con las nenas, con barbacoa de sardinas en la azotea, jazz en el parque, sobredosis de parchís y de piscina y conversación man to man, como en los viejos buenos tiempos, con Alberto de madrugada.
En fin, que me he sentido, como tantas veces, un privilegiado.
15 de julio de 2006
14 de julio de 2006
New York desde Salobreña
Tres días y pico llevo ya de absoluto relax en Salobreña. Parecen tres semanas.
Es curioso, porque normalmente me sucede lo contrario. Los días de vacaciones se me pasan volando, siento que los desaprovecho, que ni descanso ni aprovecho para hacer las cosas que siempre pienso hacer en vacaciones (sobre todo, leer).
Pero estos días están siendo productivos y relajantes al tiempo. Borja ha sido una magnífica compañía, creo que tiene gran parte de culpa.
Para empezar, salgo a correr cada día, hoy casi media hora. Después, ración de playita (sin pasarse, que no es cuestión de coger un empacho). Comidita en la terraza (si Lorenzo lo permite) o en el salón, si no hay más remedio. Por la tarde, después de una prolongada sobremesa, Borja vuelve a la playa y yo me quedo con toda la casa para mí, para dedicarme a mis labores. Labores que incluyen, indefectiblemente, verme al menos un episodio de Six feet under que, en esta segunda vuelta, me está pareciendo aún más impresionante que la primera vez.
Hoy he tenido regalo sorpresa: resulta que, sin yo saberlo, me quedé sin ver el último capítulo de la primera temporada. Así que hoy lo he disfrutado de nuevas, inesperadamente.
En fin, que me voy por los cerros de Úbeda.
Para hacer honor al título del post, explicaré que entre los tropecientos libros que me he traído (de los que, por supuesto, leeré una minúscula parte), estaba Historias de Nueva York, de Enric González, actual corresponsal de El País en Roma y que lo fue durante unos años en Nueva York.
No sé por qué lo compré. Creo que porque me gustan los libros sobre ciudades. No había leído, por lo menos siendo cosciente de ello, sus crónicas desde los USA (estuvo allí durante el 11-S), aunque sí recuerdo alguna de sus estupendas crónicas del calcio, en el que es seguidor del Inter de Milán, creo que equivalente algo más glamouroso de nuestro castizo Atleti. Leí la contraportada y me sedujo, aunque no dice gran cosa.
Y me ha encantado. Es un libro ligero, que se lee del tirón, una declaración de amor a NYC, la ciudad entre las ciudades. De amor y de desamor, por los amigos que allí tuvo y que perdió.
Está escrito con un estilo sencillo, directo, con esa "macarrería" que a g y a mí nos gusta y que ambos asociamos con Madrid (aunque, con ese nombre, dudo que Enric sea madrileño).
Estoy buscando ahora una frase que me gustó, que quería poner aquí, pero soy incapaz de recordar sobre qué trataba, menos aún qué decía, y por tanto tampoco consigo encontrarla. Así que os dejo con la intriga...
Es curioso, porque normalmente me sucede lo contrario. Los días de vacaciones se me pasan volando, siento que los desaprovecho, que ni descanso ni aprovecho para hacer las cosas que siempre pienso hacer en vacaciones (sobre todo, leer).
Pero estos días están siendo productivos y relajantes al tiempo. Borja ha sido una magnífica compañía, creo que tiene gran parte de culpa.
Para empezar, salgo a correr cada día, hoy casi media hora. Después, ración de playita (sin pasarse, que no es cuestión de coger un empacho). Comidita en la terraza (si Lorenzo lo permite) o en el salón, si no hay más remedio. Por la tarde, después de una prolongada sobremesa, Borja vuelve a la playa y yo me quedo con toda la casa para mí, para dedicarme a mis labores. Labores que incluyen, indefectiblemente, verme al menos un episodio de Six feet under que, en esta segunda vuelta, me está pareciendo aún más impresionante que la primera vez.
Hoy he tenido regalo sorpresa: resulta que, sin yo saberlo, me quedé sin ver el último capítulo de la primera temporada. Así que hoy lo he disfrutado de nuevas, inesperadamente.
En fin, que me voy por los cerros de Úbeda.
Para hacer honor al título del post, explicaré que entre los tropecientos libros que me he traído (de los que, por supuesto, leeré una minúscula parte), estaba Historias de Nueva York, de Enric González, actual corresponsal de El País en Roma y que lo fue durante unos años en Nueva York.
No sé por qué lo compré. Creo que porque me gustan los libros sobre ciudades. No había leído, por lo menos siendo cosciente de ello, sus crónicas desde los USA (estuvo allí durante el 11-S), aunque sí recuerdo alguna de sus estupendas crónicas del calcio, en el que es seguidor del Inter de Milán, creo que equivalente algo más glamouroso de nuestro castizo Atleti. Leí la contraportada y me sedujo, aunque no dice gran cosa.
Y me ha encantado. Es un libro ligero, que se lee del tirón, una declaración de amor a NYC, la ciudad entre las ciudades. De amor y de desamor, por los amigos que allí tuvo y que perdió.
Está escrito con un estilo sencillo, directo, con esa "macarrería" que a g y a mí nos gusta y que ambos asociamos con Madrid (aunque, con ese nombre, dudo que Enric sea madrileño).
Estoy buscando ahora una frase que me gustó, que quería poner aquí, pero soy incapaz de recordar sobre qué trataba, menos aún qué decía, y por tanto tampoco consigo encontrarla. Así que os dejo con la intriga...
7 de julio de 2006
Blog, James Blog
Dios los cría y ellos se juntan.
Hasta hace poco, sólo me fiaba de Boyero (y de mis padres) para filtrar los estrenos de la cartelera. Si él decía que la peli era una mierda, la tachaba de la lista, a no ser que una opinión cualificada (o, con igual peso, varias de menos confianza) le contradijese, en cuyo caso me lo pensaba.
Y, en general, tenía que acabar dándole la razón a Boyero.
Por otra parte, más de una vez (aunque no muchas) me he llevado un chasco al ir a ver con toda la ilusión del mundo supuestas obras maestras que a Boyero le habían emocionado (estoy pensando, por ejemplo, en Crash), y que a mí me dejaban indiferente.
Hace unos meses descubrí que Boyero no es el único tío decente en El Mundo. También está Borja Hermoso, alias James Blog.
Compañero de festivales del gran Carlos, escribe un blog sobre cine en la web de su periódico. Aunque, según he leído, lo tiene casi más abandonado que yo éste, las cosas que escribe a mí me resuenan, me inspiran confianza. Por ejemplo, coincido prácticamente con todas las cosas que no le gustan.
Hasta hace poco, sólo me fiaba de Boyero (y de mis padres) para filtrar los estrenos de la cartelera. Si él decía que la peli era una mierda, la tachaba de la lista, a no ser que una opinión cualificada (o, con igual peso, varias de menos confianza) le contradijese, en cuyo caso me lo pensaba.
Y, en general, tenía que acabar dándole la razón a Boyero.
Por otra parte, más de una vez (aunque no muchas) me he llevado un chasco al ir a ver con toda la ilusión del mundo supuestas obras maestras que a Boyero le habían emocionado (estoy pensando, por ejemplo, en Crash), y que a mí me dejaban indiferente.
Hace unos meses descubrí que Boyero no es el único tío decente en El Mundo. También está Borja Hermoso, alias James Blog.
Compañero de festivales del gran Carlos, escribe un blog sobre cine en la web de su periódico. Aunque, según he leído, lo tiene casi más abandonado que yo éste, las cosas que escribe a mí me resuenan, me inspiran confianza. Por ejemplo, coincido prácticamente con todas las cosas que no le gustan.
6 de julio de 2006
Six feet under
En mi última visita a Barcelona, en una incursión en la Fnac, me hice con la tercera temporada de la mejor serie televisiva (con perdón de Los Soprano) que yo he visto nunca.
Había oído que, después de dos temporadas magníficas, la cosa flojeaba en esta tercera. Pues de eso nada. Casi diría que es aún mejor (y eso es mucho decir) que las dos anteriores.
O, quizá, lo que sucede es que me llega en un momento distinto, me identifico más con las historias de la familia Fisher y allegados que nos cuentan Allan Ball y un ejército de guionistas, directores y demás. Como sucede con las grandes canciones, los mejores libros, algunas películas inolvidables, a veces tengo la sensación de que Six feet under (A dos metros bajo tierra es demasiado largo para un título...) está escrita para mi particular deleite.
Toca todos los temas fundamentales de la vida (y la muerte, claro): el amor, la amistad, el sexo, la búsqueda de la felicidad, de la libertad. Siempre con inteligencia, sin maniqueísmos, con ternura pero siempre con ironía.
Para colmo, cuenta con el oficio (hermosa palabra) de la industria americana, que no tiene rival: no es sólo que tengan más dinero, sino que lo gastan bien. La iluminación, la atmósfera, la ambientación, todo es absolutamente creíble.
Y, por supuesto, los actores: simplemente impresionantes. Todos y cada uno tienen, a lo largo de los distintos episodios, momentos cómicos, otros dramáticos, cambios bruscos de intensidad, peleas, reconciliaciones, escenas de intimidad (no sólo sexo, pero también). Y lo bordan. Lo cual, claro, no es únicamente mérito suyo, sino también de quien los dirige, de quien es capaz de sacarles esas interpretaciones memorables.
Cuando veo películas extranjeras, sobre todo americanas, siempre acabo pensando que los actores son mucho mejores que los españoles. Aquí, es verdad, hay unos cuantos buenos intérpretes. Pero, en cualquier película, siempre hay varios secundarios que desentonan, que rompen la ilusión, que evitan que te lo creas del todo. A mí eso nunca me pasa con Six feet under, tampoco con Los Soprano, ni con tantísimas otras grandes películas, o no tan grandes. No sé si se debe a que me es mucho más fácil reconocer la impostura, las frases inverosímiles, la entonación forzada, en mi lengua materna. Pero tengo la convicción de que no es eso, o no es sólo eso. Simplemente, son mejores actores.
Ahora, una vez apurada la tercera temporada, sólo queda esperar que no nos tengan en ascuas mucho más de un año para poder disfrutar de la siguiente. Y entretanto, "revisitar" las dos anteriores para seguir disfrutando con Nate, Claire, Dave, Ruth, Federico, Keith, Brenda, George y compañía.
Había oído que, después de dos temporadas magníficas, la cosa flojeaba en esta tercera. Pues de eso nada. Casi diría que es aún mejor (y eso es mucho decir) que las dos anteriores.
O, quizá, lo que sucede es que me llega en un momento distinto, me identifico más con las historias de la familia Fisher y allegados que nos cuentan Allan Ball y un ejército de guionistas, directores y demás. Como sucede con las grandes canciones, los mejores libros, algunas películas inolvidables, a veces tengo la sensación de que Six feet under (A dos metros bajo tierra es demasiado largo para un título...) está escrita para mi particular deleite.
Toca todos los temas fundamentales de la vida (y la muerte, claro): el amor, la amistad, el sexo, la búsqueda de la felicidad, de la libertad. Siempre con inteligencia, sin maniqueísmos, con ternura pero siempre con ironía.
Para colmo, cuenta con el oficio (hermosa palabra) de la industria americana, que no tiene rival: no es sólo que tengan más dinero, sino que lo gastan bien. La iluminación, la atmósfera, la ambientación, todo es absolutamente creíble.
Y, por supuesto, los actores: simplemente impresionantes. Todos y cada uno tienen, a lo largo de los distintos episodios, momentos cómicos, otros dramáticos, cambios bruscos de intensidad, peleas, reconciliaciones, escenas de intimidad (no sólo sexo, pero también). Y lo bordan. Lo cual, claro, no es únicamente mérito suyo, sino también de quien los dirige, de quien es capaz de sacarles esas interpretaciones memorables.
Cuando veo películas extranjeras, sobre todo americanas, siempre acabo pensando que los actores son mucho mejores que los españoles. Aquí, es verdad, hay unos cuantos buenos intérpretes. Pero, en cualquier película, siempre hay varios secundarios que desentonan, que rompen la ilusión, que evitan que te lo creas del todo. A mí eso nunca me pasa con Six feet under, tampoco con Los Soprano, ni con tantísimas otras grandes películas, o no tan grandes. No sé si se debe a que me es mucho más fácil reconocer la impostura, las frases inverosímiles, la entonación forzada, en mi lengua materna. Pero tengo la convicción de que no es eso, o no es sólo eso. Simplemente, son mejores actores.
Ahora, una vez apurada la tercera temporada, sólo queda esperar que no nos tengan en ascuas mucho más de un año para poder disfrutar de la siguiente. Y entretanto, "revisitar" las dos anteriores para seguir disfrutando con Nate, Claire, Dave, Ruth, Federico, Keith, Brenda, George y compañía.
4 de julio de 2006
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