Con el buen ritmo que había conseguido meterle al blog, y de repente me quedo sin nada que decir...
Así que, a falta de algo mejor, voy a contar por qué no tengo nada que contar.
Como mis fieles lectores ya sabrán, he pasado recientemente diez días en Buenos Aires, acompañando a mi abuela en la visita a su hijo (mi tío, claro) y su familia.
Ha sido un viaje efectivamente muy familiar: no hemos hecho prácticamente ninguna visita típicamente turística (exceptuando la excursión a Tigre) y sí he dedicado mucho tiempo, como ya conté hace unos días, a hablar con mi abuela y con mi tío de la historia de mi familia. Y, por las noches, también con mi tía y hasta mi prima, a jugar a la pocha o al chinchón...
La rutina diaria era la siguiente: todos los días nos levantábamos prontito, alrededor de las 8, y después de desayunar y vestirnos con nuestros atuendos deportivos, salíamos a patear la ciudad. Algún día se apuntó mi tía, pero en general íbamos sólo mi tío y yo. Y, a bastante buen ritmo, andábamos durante un par de horas, hacíamos una pausa para reponer fuerzas con un café o jugo de naranja, y a caminar otra vez de vuelta a casa.
Este era exactamente el plan que a mí más me apetecía, así que vengo con los objetivos cumplidos :-P. Sin embargo, pese a haberla recorrido de cabo a rabo (es un decir, porque se necesitarían bastante más de diez días escasos para eso), cuando alguien me pregunta qué me ha parecido Buenos Aires, en seguida me quedo sin palabras. Salvo alguna banalidad del estilo: es totalmente llana, las cuadras son efectivamente cuadradas y las calles larguísimas, se nota que no tienen tanto dinero como aquí en Madrid para gastarse en embellecer los edificios, no consigo decir mucho más.
Y es que lo que me ha importado, a lo que he prestado atención, ha sido a las conversaciones que he tenido con mi tío, a su "adoctrinamiento", que diría mi abuela.
Aunque el contenido de lo que hablábamos (en realidad, yo sobre todo escuchaba) era importante, lo principal ni siquiera ha sido eso, sino una idea de fondo, difusa pero potente: ha llegado para mí el momento de decidir de una buena vez qué quiero ser de mayor, qué quiero hacer con mi vida (con el resto de mi vida, que treinta años ya sí son algo...), de buscarme, inventarme, decidirme por un "proyecto de vida", que diría también mi abuela.
Y en ésas ando, barajando posibilidades, empezando a comentarlo con mis padres y con los amigos. Con la kabeza ocupada en estas cosas y con pocas ganas de seguir escribiendo el tipo de desvaríos a los que me (os) había acostumbrado.
4 comentarios:
Pues ya era hora no??? ;-)... Yo en realidad me alegro, porque recuerdo una conversacion sobre esto cuando estuviste por cambridge...Aupa!
D.
Más que hora, ya iba siendo año... :-)
chaque chose en son temps:
1° se rendre compte qu'il y a des dysfonctionnements et les identifier
2° vouloir changer, en mieux
3° commencer le chemin
4° épiphanie!
moi j'essaie de trouver la force de commencer le 3, ou de poursuivre le chemin, mais c'est long et douloureux, parce que choisir c'est toujours mourir un peu, mais c'est aussi devenir adulte...
bonne chance et courage!
J'imagine que moi je suis aussi au début du troisième pas, décidé à décider...
Avec l'envie de devenir finalement adulte, même si ça implique de mourir un peu.
Merci et bonne chance à toi aussi!
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