Reconozco que soy un revisor de lo más quisquilloso, incluyendo por supuesto los textos que yo mismo escribo.
Además de la interminable batalla por una correcta acentuación, que en momentos de debilidad doy por definitivamente perdida, mi más reciente combate es contra la coma.
No contra cualquier coma, por supuesto, sino contra las innecesarias y, más aún, contra las estrictamente improcedentes.
Yo no sé demasiado de gramática (aunque, teniendo en cuenta el nivel general, hay quien me toma por un experto), pero hay una regla fundamental que aplico a rajatabla:
No hay coma que valga entre sujeto y predicadoArmado con tan sencillo como poderoso machete, me dedico a desbrozar, dando machetazos a diestro (Delete) y siniestro (Backspace), los textos de la maleza de comas que entorpecen una lectura fluida y comprensible.
Pero, así como puedo confesarme con indisimulado orgulloso, salvo lapso involuntario e inadvertido, libre de otros pecados ortográficos y gramaticales, por el abuso de las comas no me queda otra que entonar compungido un doloroso mea culpa...
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