30 de agosto de 2008

Querido diario

Otra vez frente a la pantalla, con una birra, una barra de incienso prendida, y música lenta de fondo, tratando de encontrar la manera de escribir lo que quiero contar, lo que quiero soltar.

Porque hoy es otro de esos días en que siento ganas de confesarme, de quitarme un peso de encima al dejar aquí por escrito lo que me tiene inquieto (¿por qué me sirve esto? ¿de verdad me sirve?). Uno de esos días en que el exhibicionista cibernético le puede al tipo reservado que normalmente soy.

Como otras veces, empezaré con ideas dispersas, con la esperanza de que del caos salga algo mínimamente coherente.

Hay una cosa en la que pienso desde que leí hace unas semanas esta frase en un artículo de Muñoz Molina: [...] es una actitud muy propia en una época de hipertrofia del yo, alimentada y fortalecida por tantas tecnologías que le permiten a uno vivir cada vez más en una burbuja de egolatría caprichosa y comunicar al mundo de manera inmediata cada valiosa ocurrencia en el querido diario de un blog [...].

Supongo que esto me tocó porque siento muy a menudo que vivo en una burbuja, con mi kabeza dando vueltas en vacío, sin ninguna referencia, ningún punto fijo al que agarrarme.

Y también porque, pese a todo, sigo enganchado al blog. Me gusta escribir aquí, me gusta que gente que conozco y también desconocidos lean mis desvaríos. Supongo que en parte es una forma de compensar mi incapacidad para hablar de ciertas cosas con las personas con las que tendría que hablarlas, cara a cara.

En fin, que vivo con la contradicción de, por un lado, pensar que los blogs no son más que diarreas mentales de autistas potenciales, como yo, que no tienen cosa mejor que hacer que difundir sus genialidades a todos los confines del universo a través de la red y, por otro, no poder, ni siquiera querer, evitar contribuir a la cacofonía de infinitas voces en esta conversación de besugos que es Internet.

Al menos, entre tanto delirio, creo que aún conservo un gramo de cordura: sé que lo que escribo no tiene ninguna importancia, no sirve para nada, no aporta, que diría el sabio. No descubro nada nuevo, no hago mejor la vida de nadie (salvo, en todo caso, la mía, lo que ya es bastante), simplemente me alivio, como mucho me entretengo.

Pienso desde hace tiempo que la vida es una larga conversación con los demás (entre los demás habría quizá que incluir a uno mismo). Y ésta es mi modestísima aportación a la charla.

Es casi siempre, por supuesto, un coloquio entre absolutos ignorantes, en el que cualquier pretensión de sentar cátedra, de encontrar la respuesta última, la frase lapidaria que termine definitivamente con todo debate es simplemente ridícula, irrisoria.

Por eso procuro reírme. De los demás, también, pero sobre todo de mí mismo. De mis angustias, de mi vana pretenciosidad.

Sin embargo, siempre quedan terrenos donde el humor no puede llegar. Y no estoy pensando, hoy al menos no, en los territorios del dolor. Me refiero ahora a los miedos, las inseguridades, las pequeñas o grandes cobardías.

Por fin llego así al asunto del que sé que quería hablar hoy: Mis miedos.

Desde que me crucé con Savater, en un momento de mi vida en que buscaba respuestas y no encontré, como es natural, más que preguntas y más preguntas, tengo claro al menos cuál es mi problema, por qué no soy feliz.

No soy feliz porque soy cobarde.

No estoy seguro de ser más cobarde que la mayoría (aunque tengo esa desagrable sospecha), pero sí sé que soy mucho más cobarde de lo que me gustaría.

Porque creo, por algún motivo (¿instinto de supervivencia?), que tengo la capacidad y las condiciones, que ni mucho menos todo el mundo tiene, para ser feliz. O, siguiendo también aquí a Savater, más que para la felicidad (tan frágil, precaria, momentánea), para la alegría.

Y, si bien es cierto que lo paso bien, que me río con mis amigos, que tengo una familia a la que quiero y que me quiere, que disfruto de ciertos placeres materiales (se me acabó la cerveza; a por otra!) e incluso espirituales (como la canción que estoy haciendo sonar una y otra vez mientras escribo esto, Side of the road, de la gran Lucinda Williams), me falta algo importante, lo más importante. Que, al menos ahora, es tener la sensación de que estoy aprovechando mi vida, de que la estoy viviendo y no simplemente dejando que pase el tiempo.



You wait in the car on the side of the road
Lemme go and stand awhile, I wanna know you're there but I wanna be alone
If only for a minute or two
I wanna see what it feels like to be without you
I wanna know the touch of my own skin
Against the sun, against the wind
I walked out in a field, the grass was high, it brushed against my legs
I just stood and looked out at the open space and a farmhouse out a ways
And I wondered about the people who lived in it
And I wondered if they were happy and content
Were there children and a man and a wife?
Did she love him and take her hair down at night?
If I stray away too far from you, don't go and try to find me
It doesn't mean I don't love you, it doesn't mean I won't come back and
stay beside you
It only means I need a little time
To follow that unbroken line
To a place where the wild things grow
To a place where I used to always go
La la la, la la la, la la la, la la la
La la la la, la la la, la la la, la la la
If only for a minute or two
I wanna see what it feels like to be without you
I wanna know the touch of my own skin
Against the sun, against the wind

Hasta aquí me llega hoy el combustible. Como siempre que me pongo trascendental, me quedo a medias, no alcanzo a decir las cosas más importantes.

Como sé cuáles son, aunque ahora no voy a seguir escribiendo aquí las dejo dichas, para que la próxima vez no me pueda ir por los cerros de Úbeda, como sé que intentaré hacer: necesito cambiar de curro y enamorarme o, como diría Calamaro:

sólo estoy solo y estoy buscando
esa alguien que me está esperando, que me entienda
y si no me entiende, alguien que me comprende
alguien a quien recordar de memoria cuando estoy de viaje
cuando estoy muy lejos
soy un vagabundo y camino bastante alrededor del mundo
pero quiero volver a mi casa,a alguna casa,
para encontrar a esa princesa
vampira que respira, que respira y me mira




Hala.

No hay comentarios: