Buenos propósitos de sábado por la mañana (que parecen mejores aún si uno se ha acostado prontito el viernes y se levanta casi al alba):
Aunque no me cansaría nunca de copiar y traducir las letras de las canciones que me gustan, aunque cada vez que transcribo a Bénabar y pienso en volver a París y en verlo en concierto me pongo contento, creo que ya está bien.
He decidido obligarme a escribir a diario en este diario. Por supuesto, no lo haré. Pero sí que lo voy a intentar.
Y quiero escribir cosas de verdad, no sólo copiar textos que me llamen la atención, que me inspiren ("ladrón de ideas" me llamó algún cabrón de ex-amigo alguna vez, y lo llevo clavado...).
Por eso mismo, voy a empezar copiando un texto ajeno :-P:
Este exterior insólito no es otro paisaje (...) el poema da un paso más: lo extraño es el extranjero o el prójimo. Nada hay de más extraño ni más extranjero que otro hombre y es en la claridad de la utopía en la que se muestra el hombre. Fuera de todo enraizamiento y de toda domiciliación; ser apátrida como lo más auténtico (...) Como si yendo hacia el otro me reencontrara conmigo mismo y me implantara en una tierra, a partir de ese momento tierra natal, descargada de todo el peso de mi identidad. Tierra natal que no debe nada al enraizamiento, nada a la ocupación primera; tierra natal que no debe nada al nacimiento. ¿Tierra natal o tierra prometida?
Emmanuel Levinas, en "Paul Celan, de l'être à l'autre", pero leído en el magnífico artículo de Joseba Arregi, Ni ez naiz hemengoa (Yo no soy de aquí), que acabo de colgar en el otro blog.
Como me sucede cíclicamente, vuelvo por diversos motivos a darle vueltas a mis ideas sobre identidades, grupos, pertenencia, nacionalismo y demás.
Y leo este artículo de Arregi y vuelvo a encontrarme con alguien con quien creo que comparto lo esencial: una idea literalmente utópica (no lugar, sin lugar) de la democracia como un espacio fuera de todo territorio, donde lo que une a los individuos, lo que los hace semejantes, iguales, no es cualquier condición debida a su nacimiento, a su origen cultural, sino el hecho de tener todos los mismos derechos y obligaciones.
Donde nadie es más "de aquí" que otro, porque todos y ninguno somos de aquí, porque no existe un aquí, ni un allí.
Llevado al extremo, como dice la cita de Levinas, el ideal democrático que a mí me inspira, y que creo que comparto con Arregi, es el del apátrida: "Fuera de todo enraizamiento y de toda domiciliación; ser apátrida como lo más auténtico".
Que nadie tuviese patria porque todos tuviésemos la misma patria: el mundo, la vida.
Releo lo que acabo de escribir y me doy cuenta de cuán ingenuo suena, pero yo no puedo dejar de pensar que es verdad.
Las patrias, las naciones, los grupos, las identidades, son instrumentos que nos hacen la vida más sencilla, que nos reconfortan (con el calor del establo, diría Savater), pero no creo que sean más que eso, herramientas, etiquetas que nos facilitan la ingente tarea de clasificar una realidad cuya complejidad nos supera, una inmensa multitud de individuos, todos distintos, que, sin ese conjunto de rótulos ("español", "catalán", "de izquierdas", "de derechas", "ateo", "nacionalista"...), desbordaría nuestras limitadas capacidades de comprensión.
5 comentarios:
http://www.hispanidad.com/libros/critica.aspx?ID=440
Después de leer tu post estoy convencida de que te gustará este libro.
C.
¡Sile!
Aunque, en mi línea, no lo he leído entero...
Pero sí que me gustó, sí.
:)
Y "La tentación del fracaso"? Es uno de mis libros de Kabecera ;)
Es una maravilla. Ahora está agotado. Espero que lo reediten pronto pero es increíble. Estoy segura de que te haría llorar. Aunque seas de lágrima fácil. jeje.
Otro de mis miles de libros pendientes. Sé que está en la biblioteca de mi pueblo, lo he visto, lo he tocado. No lo he leído, ay ;-P
Buenas noticias, magníficas: Seix, finalmente, reedita "La tentación del fracaso". Hay una ola de buen rollo gestándose y tenemos todos los que nos queremos que subirnos a ella. Prometo no obligar a nadie a vestir túnica y suicidarse al amanecer!!
C.
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