18 de mayo de 2009

Benditos malditos

Y ya que estamos, y que la he encontrado en youtube, no puedo dejar de poner aquí este desmadre cuasi-techno del jefe Sabina:



Benditas sean las raras excepciones,
Los moratones de los vulnerables,
Los labios que aprovechan los rincones
Más olvidados, más inolvidables,
Benditos sean, benditos sean

Los santos milagrosos, los gordos cariñosos,
Los locos que se creen napoleones,
Las pálidas lesbianas, los dulces maricones,
Los mocos de la gente con ventanas,
Los tuertos que no quieren ver visiones,
Los muertos que se mueren con las ganas.

Benditos sean los ceros a la izquierda,
Los que nacieron en ningún lugar,
Los de viva Zapata manque pierda,
Las damas que se llaman Soledad,

El sable del sablista, la caries del dentista,
Los Buenos Aires, los malos maridos,
Las drogas veniales, la sopa del cocido,
Los listos que parecen subnormales,
Los que pudieron ser y no han querido,
Los descendientes de los animales.

Malditos sean los justos, los sumisos,
Los que tiran penaltis de cabeza,
Los que para mear piden permiso,
Los súbditos del dios de la certeza,

Los que adornan las notas de sus hijos,
Los probos ciudadanos, los niñatos,
Los que follan con red y a plazo fijo,
Los canallas que nunca han roto un plato.

Maldita sea la voz de la experiencia
Que casi se equivoca a media suma,
La pipa de la paz con la conciencia,
Los "oiga, que en mi taxi no se fuma",

Los que se mojan poco cuando llueve,
Los que sonríen en las fotografías,
Los que progresan porque no se mueven,
Los de la escandalosa mayoría,
Malditos sean, malditos sean.

Benditas sean las rubias calentonas
Que se emocionan por pasar el rato,
Las tímidas que salen respondonas,
La mancha en la bragueta del beato,
Bendita sea, benditos sean

Los farias con saliva, los gallos de las divas,
Los callos de las piernas de las cojas,
Las amapolas rojas, la abuela en san fermines,
Los récords que no salen en los guiness,
Los cínicos que lloran en los cines,
Los tréboles de tres o cuatro hojas,

Las enfermeras que suben la fiebre,
Las tetas de pezón hospitalario,
Los gatos de no dan gato por liebre,
Los misterios gozosos del rosario,

Las novias del torero, los bronquios del minero,
Los tristes que se ríen de la tristeza,
Los ricos sin dinero, los vagos con pereza,
Los últimos que llegan los primeros,
Los calvos que se quitan el sombrero
Ante la dignidad y la belleza.

Malditos sean los tontos con medallas,
Los hijos de mamita, los chivatos,
Los candidatos (cierra la muralla),
La letra pequeñita del contrato,

Los alcahuetes del polvete ajeno,
La diabetes, el sida, los piojos,
Los sorbetes de bilis con veneno,
Los que aplauden al príncipe de hinojos,
Los cuentos de las cuentas al contado
Los tipos de interés, los finiquitos,
Los que jubilan a los jubilados,
Los talibanes del último grito,

Los que se pasan nunca de la ralla,
Los mamporreros de la simetría,
Los que exhiben el móvil en la playa,
Los que hacen tratos con la policía,
Malditos sean, malditos sean.

Joaquín Sabina

En los confines del internés encontré hace tiempo esta otra versión, aún más curiosa, en la que el Sabina acaba recitando un fragmento del delirante capítulo 68 de Rayuela (que, por supuesto, no he leído...):




Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón [, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.]

Julio Cortázar

1 comentario:

Anónimo dijo...

l'avantage d'etre de retour c'est q je peux réécouter K. Johansen sur deezer... aaaah, it's good to be back sometimes ;)