25 de diciembre de 2009

Antonio es uno de esos individuos que tienen un único fin, un objetivo exclusivo al que se supedita todo lo demás. Les ocurre a muchos artistas, unos con talento y otros sin futuro ninguno, y a mí, tan dispersa, a mí, que siento en cada encrucijada la tentación de probar un nuevo camino, que no me identifico con mi labor de editora, ni con los libros que he escrito, ni con ninguna de las personas que ha sido en una etapa el centro de mi vida, y que sólo he pretendido acumular el mayor número de experiencias posible, sin otra finalidad que el placer de descubrirlas, estos personajes consagrados a un único objetivo me admiran profundamente, porque son algunos de ellos los que hacen prosperar el mundo, los que crean obras tan bellas que siglos después me estremecen y hacen que se me salten las lágrimas (ante el Piero della Francesca de la Galería Breda, Adela siente deseos de postrarse de rodillas), pero no soy de su raza, no puedo siquiera envidiarles, sólo darles las gracias.

Esther Tusquets, en Confesiones de una vieja dama indigna

2 comentarios:

elisewin dijo...

Pongo el comentario en este fragmento,aunque va por todos: tarde fría de Navidad en el pueblo y tu selección me ha encendido calor en el vientre (eeh, nada deshonesto, ¡eh!). ¡Me gusta la manera que tiene esta mujer de escribir sobre su vida!
Y un poco de envidia sana también ha dado calor...más que por sus experiencias, por lo generosa que es al describirlas.

Por mi, ¡puedes ir copiando todo el libro!!

un petonet des d'Ulldemolins*

grankabeza dijo...

No me tientes, no me tienes, que bastante me ha costado dejar de copiar trocitos... ¡y eso que aún me queda la mitad del libro por leer!

mua*