(Noche de imsomnio y verborrea...)
Quien haya leído mis desvaríos sabe que hay (al menos) un par de cosas que no sólo me interesan, sino que me obsesionan: los idiomas y la identidad.
Una de las aspiraciones de los nacionalistas catalanes es la de poder "vivir en su propio idioma". (Los nacionalistas vascos, tan cerriles ellos para tantas cosas, creo que esto ya ni se lo plantean, probablemente porque su idioma propio es en muchos casos el castellano)
Pero yo no quiero escribir aquí sobre las consecuencias políticas de este deseo, para ello me remito al artículo de Félix Ovejero que colgué hace un tiempo en el otro lado, en la parte sobre La diversidad ("Yo puedo ser libre de querer casarme con Elsa Pataky, pero eso no quiere decir que pueda casarme con Elsa Pataky, entre otras razones porque Elsa Pataky también ha de poder casarse con quien quiera, ha de poder elegir. Por lo mismo, uno tiene derecho a hablar como quiera, pero no tiene derecho a que le aseguren los interlocutores, porque éstos tienen los mismos derechos. Otra cosa es que como consecuencia del ejercicio de los derechos de cada cual a hablar lo que quiera –que no es el derecho a tener asegurado ese ejercicio, insisto-- por la propia naturaleza de las lenguas –como las monedas y las medidas-- se acabe por converger en las que tienen más usuarios y con ello, como resultado de las decisiones de cada cual, las posibilidades –de ser leído, que no de escribir, sobre física en castellano-- se vean limitadas.") sino sobre lo que me pasa a mí, que es en cierto modo lo contrario.
Yo me esfuerzo constantemente por vivir en otras lenguas distintas del castellano, mi única lengua materna (con la limitación evidente de que tengo que conocerlas, si no de poco me sirven...).
Soy consciente de que cada vez es mayor el porcentaje de mi comunicación diaria que realizo en inglés. Y eso, trabajando para la administración regional de Castilla-La Mancha, no es moco de pavo... :-P
(Aunque, por supuesto, es casi exclusivamente comunicación pasiva, recepción de información: la inmensa mayoría de la música que escucho, mucho de lo que leo en Internet, todas las series que me trago, los podcasts que me llevan y traen de Toledo...)
Para mí, los idiomas son jaulas de oro: nos acogen, nos embriagan con su riqueza expresiva, con las posibilidades que ofrecen, pero al mismo tiempo nos limitan a poder comunicarnos únicamente con quienes lo comparten con nosotros.
Por eso, nada más empobrecedor que querer "vivir en mi propia lengua".
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