Me gusta cuando siento la necesidad de escribir. Cuando sé que quiero decir algo, pero no sé qué y menos aún cómo.
Eso es lo que me pasa ahora.
Lo que me gustaría hacer es simplemente quitarme las máscaras que últimamente me están empezando a pesar, cuya rigidez empiezo a notar cuando trato de cambiar el gesto y no puedo.
El berrako está hoy encerrado en el redil. Me siento sólo un varón tierno.
No es tan raro, pero lo que sí que es menos habitual es que tenga ganas de mostrarlo. (Aunque, siendo sincero, no puedo descartar, ni mucho menos, que esto sea una manifestación subrepticia, encubierta, tramposa, de mi berrakismo, otra forma de engatusar a alguna incauta que pueda llegar a pensar que tengo una parte sensible...)
El caso es que hoy estoy cansado de las imágenes que de mí mismo he ido creando y difundiendo, en parte porque me parecen interesantes, en parte, supongo, porque me ayudan a ocultar otras que me cuesta mucho más mostrar, bien porque no las acepto, porque no me gusta reconocerme en ellas, bien simplemente por miedo a resultar entonces vulnerable.
Hoy no soy ni el flipadillo
musicófilo cultureta burgués antinacionalista, ni el caricaturesco, divertido y a la vez patético, macho ibérico tan
sensible a la belleza (aunque lo intente, al final nunca puedo evitar poner algún enlace... y tiene que ser a una canción, por supuesto)
Hoy quiere salir, quiero sacar a esta superficie tan superficial, eso que siempre está por debajo, a lo que no sé qué nombre ponerle, que tanto me cuesta apresar con palabras.
Hoy soy simplemente Marcos (aquí tienes un nombre completo, A. ;-).
O ni siquiera, porque lo que siento está aún más profundo, es más básico que lo que para mí significa mi propio nombre.
Hoy soy yo: antes del nombre, está
el pronombre (ups, se me escapó otro...).
Y hoy
yo necesito un poquito de calor, un poquito de piel con piel, de palabras suaves al oído, un descanso de la ironía, de la risa nerviosa, de la réplica mordaz y pretendidamente inteligente, de la distancia prudencial, del análisis sosegado e imparcial, de la cita continua, agotadora, de la repetición infinita de lo que otros ya han dicho, ya han sentido.
Hoy me toca sentir a mí. Hoy es un día para pulsar el
off en mi kabeza.
Hoy no quiero Dylan, ni Sabina, ni siquiera Sabines.
Casi podría decir que hoy no quiero ni siquiera música (pero sería exagerar, porque ahora mismo, para aislarme, estoy escuchando a Neil Young).
También podría decir que me sobran las palabras, si no fuese porque me descubro disfrutando de esta lucha con el maravilloso idioma castellano para encontrar la forma de llevarlo a mi terreno, de hacerle decir, vagamente, aproximadamente, lo que quiero decir.