La nodriza se alza de puntillas, y con la mano pequeña, huesuda y de piel amarillenta, dibuja sobre la frente del anciano la señal de la cruz. Se dan un beso. Es un beso extraño, breve y peculiar: si alguien lo observara, seguramente sonreiría. Pero, como cada beso humano, es también una respuesta -a su manera distorsionada y tierna- a una pregunta que no se puede formular con palabras.
Sándor Márai en El último encuentro
No hay comentarios:
Publicar un comentario