24 de febrero de 2009

El último beso

La nodriza se alza de puntillas, y con la mano pequeña, huesuda y de piel amarillenta, dibuja sobre la frente del anciano la señal de la cruz. Se dan un beso. Es un beso extraño, breve y peculiar: si alguien lo observara, seguramente sonreiría. Pero, como cada beso humano, es también una respuesta -a su manera distorsionada y tierna- a una pregunta que no se puede formular con palabras.

Sándor Márai en El último encuentro

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