No ese temblor de bestia angélica
que notas en el bar cuando la adolescente
de interminables piernas se levanta.
No exactamente
ese inmediato bisturí de hielo
que se clava en la zona salvaje de ti
cuando en el cine
la diosa de la intriga se desnuda.
Desde luego que no el pastel romántico
que cuece el corazón
en su sótano de demencia y lirismo.
No los aullidos y los polvos de la primera madrugada,
su comercio de uñas y saliva
- y tres o cuatro gomas por el suelo.
No estrictamente eso -que también-,
sino el choque carnal
de dos mundos vacíos, que desde entonces
establecen su anómala armonía
y giran sobre sí como planetas
errabundos de dicha y de rencor.
Felipe Benítez Reyes, en Escaparate de venenos (2000)
2 comentarios:
Con un poema así, estoy por volver a ponerte un comentario encendido y anónimo en tu blog...;)
(no temas (!),ya conozco el choque de nuestros mundos, y esta vez vi la señal - el tiempo fue definiéndola - para evitarlo;)
un beso desde mi satélite*
...........
mua*
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