Durante mucho tiempo pensé que la falta de convicción que transmitían sus intervenciones se debía a su prosodia desacompasada, con subrayados a destiempo y donde no tocaba, como si se doblara a sí mismo con retardo. Una sensación que se reforzaba cuando las palabras se acompañaban de una gestualidad descoyuntada, de muñeco de guiñol. Producía la impresión de recitar una lección sin entenderla. Pero no era eso. Zapatero ha mejorado mucho en sus intervenciones y la sensación no ha desaparecido. El problema no es tanto de falta de calidad dramática o de delirios ideológicos como de fuera de lugar. Sus discursos, a palo seco, no son malos. Sencillamente, no le corresponden. No se pueden decir ciertas cosas si no se tiene a mano el maletín con los códigos de lanzamiento de los misiles. Suena pomposo por impotente.
Félix Ovejero Lucas describiendo a Zapatero en El País del 18 de julio de 2009
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