29 de febrero de 2008

Mi Toledo

Empiezo a tirar de ideas antiguas, de cosas que pasaron hace tiempo, así que supongo que el pozo se me está secando (tampoco es tan raro: éste es el mes en que más cosas he escrito/copiado en el blog desde que lo abrí hace más de dos años).

Pero esto lo tengo que contar, quiero que quede por escrito por si lo olvido alguna vez.

No es nada importante, sólo una de esas casualidades de la vida, una pequeña e insignificante "vilamatada".

Hasta hace unos años, mis padres tenían dos coches, dos Seat Toledo, el rojo que ha acabado en mis manos y que me trae aquí todos los días (vengo y voy de Madrid a Toledo en un Toledo de Madrid...). Muy parecido a éste de la foto:


Y uno verde, con pintura metalizada y con un pequeño alerón (como el de la foto) que lo hacía parecer algo más deportivo:


El caso es que, hace unos años, mis padres lo vendieron y cambiaron de coche. Y desde entonces, cada vez que yo veía un Toledo verde y con alerón, me fijaba en la matrícula para ver si era el mío... y así pasó tiempo, varios años, hasta que una noche, paseando por Madrid, vi pasar un Toledo verde, con alerón, y tuneado de la forma más cutre y hortera.

No pude evitar mirar la matrícula, deseando que no fuese a ser, precisamente ése, el coche, mi coche.

Pero, por supuesto, ahí estaba mi querido Toledito, viviendo una segunda juventud, vestido de adolescente macarrilla, de los de pendiente en la oreja :-P, pantalones caídos por las rodillas y cara de perdonavidas.

Supongo que eso es lo que él siempre había deseado secretamente y que mis padres y yo nunca le permitimos disfrutar...

3 comentarios:

Nemar dijo...

Me ha dado por meterme hoy en tu blog justo cuando esta mañana había rememorado uno de los momentos más inquietantes de mi vida. Soy bastante fetichista con los objetos y los lugares, y siempre que veía un ford Escort plateado, tb con alerón, miraba la matrícula a ver si era aquél ...

Un día, de repente, casi me atropella un coche, y cuando digo "casi" es que pasó literalmente rozándome. Cuando se alejaba, a toda velocidad, yo ya con la palabrota en la boca, alcancé a ver la matrícula: era ese coche. El coche en el que había vidido algunos de los momentos más felices de mi vida casi me atropella. Fue un momento realmente desagradable. Menuda metáfora se encargó de proporcionarme la realidad. Spooky.

Anónimo dijo...

;)

grankabeza dijo...

Jooder. Very spooky indeed.