Se me está licuando el cerebro y se me escapa por las fosas nasales.
No hay nada que hacer, lo poquito que me quedaba ha empapado mi pañuelo de tela (¡abuelo!) y no consigue llegar a secarse, porque cada dos minutos tengo que soltar un poco más.
Y encima en mi curro hace un calor desproporcionado, infernal.
Así que estoy medio zombi, esperando que llegue la hora de pirarme, coger el tren, echarme la siestecita (escuchando, por ejemplo, el nuevo disco de Springsteen, o algo de Gram Parsons, que es por donde ando estos días) y llegar a casita para, tras el conveniente chute, desconectar definitivamente el poquito cerebro que me queda tirado en el sofá.
La semana promete... :-P
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