Millones de parejas
se ayuntan genuflexos
sin morirse de sed
sin saña y sin temblor
sin cegar ni nacer:
con una depravada pudicia.
Su erotismo es igual que las encías de un viejo
masticando papilla, engrudo
Más hermosura, más pureza
destila el orgasmo de un niño
que se masturba en la penumbra
pensando en su vecina o en su hermana
Impostores, espúreos,
blandos esclavos de la más tumefacta apostasía
a quién pretenden convencer de qué
A sí mismos jamás se engañan
Félix Grande
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