(Según el cartel de acrílico que está sobre el mostrador, la mujer que los ha atendido se llama Tutti Tudela. Los dos hombres la observan con aprobación mientras ella saca un par de libros de una estantería, baja de la escalera y los trae hacia donde están ellos. Es una mujer de más de cincuenta años, muy atractiva.)
[...]
Fernando: Muchas gracias. Tomo nota de lo que me sirva y se lo traigo. Y si hay algo que no entiendo, le pregunto. Creo que usted sabe mucho de perfumes.
Tutti: Casi tanto como usted de mujeres.
(Fernando se sorprende, no entiende el porqué de esta afirmación.)
Tutti: Con una sola mirada, muy discreta, me examinó de arriba a abajo y creo que no le pareció nada mal lo que veía. ¿Me equivoco?
(Fernando dice que no, sonriendo divertido.)
Fernando: O es usted muy sabia o mi mirada está perdiendo la discreción... Tal vez porque no esperaba encontrar a alguien que despertara en mí un inequívoco sentimiento de lujuria.
Tutti: Gracias. Usted también es una presa que una mujer sin prejuicios estaría muy dispuesta a conquistar.
Carlos: Si quieren yo sigo con las fotocopias y ustedes se van a tomar un café, algo.
Tutti: A mí me quedan unos cuantos prejuicios. Este momento no debe pasar de ser un intercambio muy agradable de elogios eróticos: puro coqueteo entre dos personas con mucha experiencia.
Fernando: Experiencia no implica conocimiento. Yo no sé nada de mujeres.
Tutti: Eso es un mentira elegante: "un caballero no habla de ciertas cosas".
Fernando: A las pocas mujeres que conocí en mi vida, las admiré, las observé, traté de descifrarlas, pero nunca dejaron de ser un misterio. Nunca dejaron de sorprenderme...
Yo creo que lo que realmente importa es disfrutar de su presencia. No me di cuenta enseguida, pero después de un tiempito aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas... Esos momentos en que parece que pasa nada, y pasa un mundo... Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia. Y aprendí a amarlas.
Tutti: Le quiero advertir que el nivel de mis defensas está bajando peligrosamente. No se pueden decir esas cosas así, como si nada.
Carlos: Yo me voy. Te espero en el coche.
(Fernando responde a la broma de Carlos sujetándolo de un brazo.)
Fernando: Estoy casado con la misma mujer desde hace cuarenta años. Y le soy fiel.
Tutti: No soy chismosa. No es necesario que me mienta.
Fernando: No estoy mintiendo. Nunca me obligué a serle fiel a mi mujer, nunca fue una norma o pacto a respetar. Con Lili, con mi mujer, siempre dijimos que si se nos cruzaba alguien a cualquiera de los dos, mala suerte. Pero sin mentirnos...
Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga y nos obliga a ser leales. Ninguna de las mujeres que conocí después pudo ganarle. Las miro, las puedo admirar, me puede asombrar conocer a alguien como Tutti Tudela. Yo estoy abierto a todo, a lo que sea que pueda pasar... pero no hay caso: Lili gana. Lili gana siempre.
Tutti: tengo la sensación de que cuando habla de mujeres, está hablando de una sola mujer.
Fernando: Puede ser.
Carlos: Es mi deber advertirle, querida Tutti, que el discurso de mi amigo es una gran mentira magistralmente armada para seducir mujeres hermosas como usted.
(Tutti no le presta atención. No deja de mirar a Fernando.)
Tutti: Me gustaría mucho conocer a su mujer. Quiero dejar de ser discreta por una sola vez y contarle todo lo que usted me dijo. ¿Ella lo sabe?
Fernando: No lo sé. Nunca se lo dije, pero a Lili no se le escapa nada.
Tutti: Dígaselo.
Fernando: No sé si puedo. A lo mejor se lo escribo.
Tutti: Eso también estaría bien. Pero hágalo pronto. Esa mujer no se merece que la haga esperar tanto.
En Lugares comunes.
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