5 de noviembre de 2011

Como sé que no es de buena educación internauta, y aunque me ha costado, me refreno para no copiar aquí el artículo entero pero, como me pasa tantas veces con MM, lo suscribo de pe a pa:

Cuanto mayor me hago menos me gustan las abstracciones y las vaguedades, menos me fío de ellas. En la política y en la literatura lo que busco y exijo es la precisión. Al pan pan, y al vino vino. Los tiranos y los ideólogos son vendedores de humo que acaban siempre envolviendo en una niebla de palabrería la crueldad tangible de sus propósitos. Palabras como “pueblo” esconden siempre una trampa, y da igual si se usan afirmativa o negativamente. Esas apelaciones a colectividades vaporosas que no tienen una imediata traducción estadística o legal me hacen saltar todas las alarmas. Yo no sé cómo son los españoles, igual que no sé cómo son los americanos, o los turistas, o los escritores, o los aragoneses, o los obreros, o las mujeres. Lo más que puedo llegar a saber es cuántas personas han votado una cierta opción en unas elecciones, o cuántas cumplen los requisitos legales que atestiguan una ciudadanía. La ciudadanía puede cambiar, igual que el voto. Nadie está condenado a ser nada por nacimiento. Nadie nace elegido.

Antonio Muñoz Molina, Esa mirada, en su blog.

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