3 de noviembre de 2011

Pocas cosas me gustan tan poco como el provincianismo, que asocio a la ignorancia, la estrechez de miras y un cierto complejo de inferioridad (hala, eso pa' empezar). Y menos me gusta aún descubrirlo en mí, como me pasa con bastante frecuencia, sobre todo cuando leo o escucho cosas sobre Estados Unidos.

El ejemplo más reciente (de hecho, he dejado a medias el podcast para escribir esto) es una una gilipollez (lo cual dice bastante de mí), pero en cierta parte de mi kabeza resulta inconcebible que alguien le haga una entrevista de tú a tú a Tom Waits, como la que estaba escuchando hace un momento, de Terry Gross en el programa Fresh Air, de la NPR.

Para mí, Waits pertenece a un territorio mítico, onírico, irreal; no concibo que hace un par de días estuviese hablando con Gross tan tranquilamente sobre su último disco (acabo de enterarme, por ejemplo, de que el sonido que se escucha al principio de la canción Kiss me, que parece el siseo de un disco de vinilo, proviene en realidad de una barbacoa de pollo), como si fuese una persona como cualquier otra.

En fin.

La entrevista no tiene desperdicio, by the way. En un momento dado, Waits le hace una muestra de los ejercicios con los que prepara su voz para los conciertos (¡tremendo!). Y está llena de perlas como esta, en la que responde a una pregunta sobre cómo lleva el envejecer:

"I guess I've always lived upside down when I want things I can't have. My wife actually thinks I have a syndrome called Reality Distortion Field. It's kind of like drugs, only you can't come back from it. Reality Distortion is almost a permanent condition. Things come in and they go out: Presto, chango! To a certain extent, I did that with myself. As a kid, I did want to be an old-timer, since they were the ones with the big stories and the cool clothes. I wanted to go there. Now, I guess I want to bring that with me and go back in time."

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