Hace años que asumí que mi kabeza tiene tendencias obsesivas, que entro continuamente en bucles de distintos olores, sabores y tamaños, pero hasta muy recientemente no he decidido hacerles frente.
El otro día me enseñaron un par de técnicas para romper estos ciclos de pensamientos recurrentes, y tras alguna pequeña prueba creo que me pueden servir, pero hoy, que el enésimo día gris y húmedo me había agarrado por dentro y no me soltaba, acabo de descubrir mi camino. Pasa por la cocina.
Acabo de tirarme un buen rato preparando una de las recetas que tenía pendientes mientras escuchaba música (hoy, ni podcasts, para que os hagáis una idea de lo grave de la situación) y salgo renovado, contento, dispuesto a no dejarme vencer de nuevo por el plomizo cielo barcelonés pero teniendo claro además que, si necesitase reponer fuerzas, ya sé lo tengo que hacer (aparte de meterle un bocado al bizcocho, claro).
:)
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