Siempre me he considerado un bicho diurno, pero ahora empiezo a pensar que quizá estaba equivocado, que soy noctámbulo pero por el otro lado, que mis mejores horas no llegan después del anochecer sino antes del amanecer.
Eso explicaría por qué ya no es que me levante antes de que salga el sol, sino que, si ayer abrí los ojos a las seis y media, hoy he salido de la cama una hora antes: aún no son ni las seis y ya estoy desayunado y dispuesto a darlo todo.
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