30 de noviembre de 2011

Ser de naturaleza ciclotímica con un considerable ramalazo exhibicionista conlleva ciertos riesgos. Uno es el de sentir, cada cierto tiempo, que uno se ha sobreexpuesto, ha dicho o escrito cosas de más, dejándose llevar por la euforia, el puro flipe y la resonancia.

La reacción natural entonces es la de cerrar escotillas, bajar el periscopio y permanecer un tiempo sumergido, under the radar. Es la natural pero no es la mejor, porque tiene una parte teatrera, de tontería, que esta vez no me voy a tolerar. Así que capearé el temporal (en un vaso de agua) y seguiré desvariando a diestro y siniestro. Y al que le dé que me perdone.

De momento, me pongo a Carlos Cano (¡el más grande!) para escuchar una de las mejores frases de la copla:

Entornó la puerta y, pa' no llamarla,
se clavó las uñas,
se clavó las uñas en el corazón.


Y olé!

:)

2 comentarios:

Epolenep dijo...

Qué bueno! Me identifico del todo con estos ramalazos; primero el show y después el aterrizaje, ay...

grankabeza dijo...

Bienvenida, camarada ciclotímica!

;)